Es una estrategia de debate mortífera. Los contrincantes se quedan patidifusos, abrumados y sin saber qué responder. Con el tiempo esta estrategia trascendió del debate a la vida pública, como una forma de maniobrar en la vida cotidiana política. En EE.UU. la táctica Gish Gallop apareció en los años 70, pero con la llegada de Trump, está en boca de todo el país.
El Gish Gallop (en español el “galope de Gish”) debe su nombre a Duane Gish. Duane era un creacionista; esa especie tan numerosa en EE.UU. que cree que las historias bíblicas son literalmente realidad. Según ellos, la Tierra fue creada hace apenas 10 000 años y evidentemente la teoría de la evolución es pura falsedad (los fósiles de nuestro antepasado Australopiteco datan de 4 millones años y los últimos estudios científicos estiman que la Tierra tiene 4.5 mil millones de años).
Pues bien, Gish tenía la dura tarea de debatir en universidades con científicos para defender el creacionismo. Terminaba destrozándolos. Ante la presión por las probabilidades del fracaso, desarrolló su célebre galope. Recitaba a altas velocidades distintas falsedades, mezcladas con argumentos religiosos, más datos erróneos, acusaciones a sus contrincantes, y alguno que otro dato que no tenía nada que ver con el debate en cuestión. Cuando la palabra le tocaba a su contrincante, este ya no sabía a qué dato incorrecto responder primero, a qué argumento o a qué acusación dirigirse; se quedaban mudos.
Luego Gish culminaba con un macabro “el que calla otorga”. Aquellos argumentos o datos que no fueron refutados, se asumía estaban aceptados. Henry M. Morris recuerda que “se recomendaba a los evolucionistas no debatir con Gish, porque seguramente perderían”.
Pues esta es justo la estrategia de Trump. Según la revista Político, Trump dice una falsedad en promedio cada 3 minutos 15 segundos de discurso. Pero los analistas observan que los efectos de aturdimiento que produce el Gish Gallop también se dan en la vida pública: los medios no tuvieron tiempo de analizar los problemas jurídicos de la Universidad Trump, porque justo emitió certificados médicos para su campaña presuntamente falsos, escándalo que tuvo que ser rápidamente abandonado porque contrató como jefe de campaña al periodista responsable de las teorías de conspiración políticas más ridículas.
Pensemos en las sabatinas. Y pensemos en la cotidianidad política ecuatoriana, no hubo tiempo de analizar los salarios de Lenin en Ginebra porque aparecieron los videos de los picnics con entrenamientos antidisturbios, cosa que tampoco se puede considerar detenidamente porque llega Cristina Fernández para ser condecorada. Poco antes fue lo de la Pame, el ISSFA, las contribuciones solidarias, ¿cuánto tiempo vamos así? ¿No se sienten abrumados?