Hasta los años setenta, los historiadores ecuatorianos eran autodidactas. Hay una excepción conocida: Abel Romeo Castillo, que siguió un curso doctoral en Madrid y se graduó a inicios de los años treinta. Otros ecuatorianos, en realidad unos pocos, estudiaron Historia en el extranjero, pero no se dedicaron a la docencia o la investigación.
Los que investigaban historia vivían de sus profesiones, como la abogacía o el sacerdocio. No cabe duda de que algunos de ellos produjeron trabajos de gran calidad. Pero la inexistencia de una formación especializada y, sobre todo, de un campo profesional propio eran notables limitaciones. En 1963, Adam Szaszdi constataba esta realidad y planteaba que la Historia debía desarrollarse como una “profesión de subsistencia”. Es decir que los historiadores debían vivir de su ejercicio como tales. Desde los setenta la situación fue cambiando en esa línea, pero lentamente y con resultados limitados. Los ámbitos profesionales no son muy amplios y los que existen son muy modestamente remunerados.
Los profesionales de la historia tienen fundamentalmente dos espacios de trabajo: la educación y el servicio público. En las universidades las plazas de profesores de tiempo completo para historiadores son muy pocas, aunque en los últimos años han crecido un poco. En la Educación Básica y el Bachillerato, en cambio, las remuneraciones son más bajas.Igual realidad se constata tanto en el sistema educativo público, como en el particular. Solo unos pocos establecimientos privados pagan a sus docentes de Historia o Ciencias Sociales salarios aceptables.
En el servicio público, la principal demanda es el trabajo de preservación del patrimonio cultural material, especialmente la documentación. Se necesitan archivistas, documentalistas y técnicos en arte y arquitectura con formación histórica. En los últimos tiempos, han surgido también requerimientos en nuevos campos de preservación de la memoria, como la imagen, la música y el patrimonio oral. Para cubrir esa demanda se debe mantener y ampliar programas de profesionalización, posgrados profesionales y de investigación, cursos y talleres de entrenamiento. Para todos, el uso de las TIC es fundamental. En las pasadas dos décadas se ha ampliado el espacio de trabajo en estos campos, especialmente en la forma de consultoría. La casi totalidad de esas plazas están en el sector público. En el privado apenas si hay alguna opción.
La formación y el ejercicio profesional de los historiadores deben complementarse con la promoción de publicaciones y la realización de reuniones de encuentro y debate. Por ello, es preciso mantener las revistas especializadas, ampliar los planes editoriales y crear otros nuevos. Así se incentivan el diálogo, la divulgación de avances, la discusión y la promoción de las publicaciones.
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