Qué paradoja histórica: la gesta gloriosa del 24 de mayo de 1822, en la que la sangre de los patriotas, derramada en el Pichincha, germinó en libertad e independencia, ha sido recordada, en este nuevo aniversario, con un suceso que retrata a plenitud la degradación moral y cívica de la que ha venido siendo víctima nuestro país. La corte Internacional de Justicia de la Haya rechazó las medidas cautelares que solicitó el presidente mexicano Manuel López Obrador, en un dictamen que deja en claro, que los abogados que defendieron la causa ecuatoriana, lo hicieron con mucha capacidad y pusieron en el tapete de discusión las motivaciones que presionaron al gobierno nacional a tomar, la muy difícilmente justificable, medida de apresar a un delincuente que había encontrado refugio en la embajada de México.
Como era de esperarse, el presidente de México protestó y pidió sanciones extremadamente drásticas para nuestro país; pero, con sorpresa e inesperadamente, a esos pedidos se sumaron otros, más radicales y perversos, solicitando castigos económicos, comerciales y políticos, por parte de exfuncionarios de nuestra patria, el expresidente de la república, ahora prófugo, la expresidente de la Asamblea Nacional y una cantidad inmensa de corifeos que demostraron que su cacareado patriotismo era el disfraz que les permitió llegar al poder, para servirse de él como medio de enriquecimiento ilícito.
Esa actitud rastrera ha tomado fuerza el día de hoy ante la divulgación de la noticia de la negativa de la Corte Internacional en referencia a las medidas cautelares solicitadas por México. Se ha extendido el descontento y la enorme frustración de estos prófugos, refugiados y desilusionados que esperaban castigos ejemplares para este país, en el que nacieron, crecieron, estudiaron, gobernaron y lo empobrecieron.
¡Cómo han maltratado a la patria! Utilizaron a la justicia como botín político y habiendo “metido la mano” en ella, debilitaron al máximo la seguridad, la paz, la democracia; la sumieron en una crisis sistémica, infiltrada por mafias locales e internacionales, volviéndola ineficiente e ineficaz.
El “ni un paso atrás” que unió a los ecuatorianos fundiendo el patriotismo colectivo, queda como un recuerdo romántico de alta trascendencia. Hoy nos vemos superados por unas mayorías irreflexivas y engañadas, que no distinguen lo correcto y lo legal de lo delincuencial y que, a pesar de la evidente demostración de la culpabilidad, en los innumerables actos delincuenciales de los miembros de ese partido ligado a mafias, los respaldan en un elevado porcentaje, casi tan alto como el que obtiene el adalid de la lucha contra la delincuencia, la valiente y honesta Fiscal General de la Nación, la doctora Diana Salazar. ¡Qué ironía! Esa mujer extraordinaria, que expone su vida y la de sus seres cercanos para combatir la corrupción y darnos seguridad, no tiene el apoyo total que, por sus valiosas acciones, se merece.
Si la justicia tambalea, la Asamblea causa pavor: legisladores con glosas, juicios pendientes y legisladoras que transforman al parlamento en áreas de emboscadas, adecuándolas para que, delincuentes prófugos, quiten la competencia procesal a la Fiscal y que, no obstante el bochornoso espectáculo que brindaron, no son sancionadas por las autoridades legislativas, dan una muestra más del caos institucional en el que se encuentra la nación y que clama por la intervención de todos los ecuatorianos honestos, para que juntos enrumbemos en un sendero de transformación y honestidad a nuestra patria maltratada.