¿Cómo construir un nuevo relato y dar paso a una era diferente resistiendo a las políticas extractivistas; preservando la biodiversidad; cuidando el mar, la tierra y el aire ante la contaminación y destrucción de hábitats naturales?
Parecería ser que un primer paso es comprender lo que se ha llamado ‘greenwashing’, un término utilizado para evidenciar las malas prácticas de algunas empresas al presentar un producto como respetuoso ante el medio ambiente, aunque en realidad no lo sea. El común consumidor, desafortunadamente, no tiene las herramientas para discernir, cree en el plan de marketing hábil y sagaz. Existen, sin embargo, medios que alertan, que debaten, que proponen escenarios presentes -negativos, por cierto- u otros, escenarios futuribles, que marcan un camino en positivo, una salida de esperanza a nuevas generaciones. La Cultura y la Educación son lugares extraordinarios desde donde se exhibe, comunica y reflexiona sobre ello. Y es precisamente la XV Bienal de Cuenca que ahora nos permite y anima a revisar, desde muchas instancias, estas problemáticas y posibles soluciones, planteadas con inteligencia y sensibilidad por la curadora Blanca de la Torre.
La selección del tema que trata la Bienal es altamente pertinente a lo que vivimos: la era del bioceno en vez del destrucitivo centro en el ser humano (antropoceno); cambiar simbólicamente el color verde por el azul haciendo del agua el elemento protagónico de estos nuevos relatos. Pasear la Bienal es una tarea imprescindible y hacerlo lentamente, a consciencia, dejando que la densidad simbólica de algunas obras nos transforme irremediablemente. En mi caminar selecciono una instalación de Paul Rosero en proceso: “El pensamiento de las plantas”. La sala más amplia del Museo de Arte Moderno está destinada a llevarnos serpenteando por una especie de jardín botánico de plantas híbridas, supuestos cactus y suculentas, esculturas vivientes que biodegradan los materiales plásticos en su interior.
Dos años de investigación del extraordinario artista y “científico” Rosero dedicados a “redes de pesca fantasma” en las costas de Esmeraldas; basura que ha provocado cambios insospechados en la biodiversidad.
Estas plantas son producidas en laboratorio y contienen el miocelo de hongos que metabolizan y erosionan los desechos sintéticos. Un video nos lleva al proceso; la luz verde, el olor, la arqueología de las nuevas formas, el sonido extraño que emana desde el mismo bosque. Sales dejando atrás una especie de submundo, un jardín subacuático de desechos, de excrementos humanos erosionados por la mismas plantas que se protegen de lo humano; un cementerio de registros antropocénicos de lo que fue. No puedes ver más, solo sabes, sientes, que las plantas piensan…