En la vida hay que ser y parecer. Si en su momento criticaron -y con toda razón- el uso abusivo de vacunas en la anterior administración para personajes cuya vida seguramente se estimó más importante que la de cualquiera del resto de ciudadanos, hoy no se explica que periodistas agremiados insistan en obtener vacunas.
La Ministra de Salud ha sido clara y debe sostener su argumento: el criterio epidemiológico es el que debe primar. Hay sectores y gremios prioritarios que necesitan dosis pero no tienen voz, y si no somos sensibles ni siquiera ante una situación de vida o muerte, no aprenderemos nunca que la cercanía con el poder no da privilegios, que solo aumentan la inequidad en el país del amiguismo.
El periodismo, en efecto, en estos tiempos, ha tenido duros retos para hacer su trabajo. Pienso, por ejemplo, en aquellos reporteros que cubren el día a día en medio de condiciones de bioseguridad difíciles. Guardando todos los cuidados, varios de ellos no se han contagiado, y otros lamentablemente sí. Pero varios de quienes piden las vacunas no han hecho reportería ni en sus años mozos.
Lo mas importante es proteger a los más vulnerables o a quienes están en primera línea. Probablemente, los repartidores de comida tienen más riesgo que algunos comunicadores de escritorio. Se olvida que solo hace muy poco se empezó la vacunación de los transportistas públicos y de los recolectores de basura.
Los trabajadores de la salud, las personas de la tercera edad, las personas con enfermedades catastróficas y crónicas son quienes deben recibir las primeras vacunas. Es un detalle no menor que Guillermo Lasso haya esperado su turno para recibir la primera dosis este viernes, pese a que su vida, como presidente electo primero y como presidente en funciones después, es definitivamente un bien intangible.
Muchos de quienes recibieron el trato de ‘Very Important Person’ podían haber pagado su viaje incluso en una época en la cual el acceso era difícil en el exterior. Ahora quienes deciden vacunarse por su cuenta y no están aún en la lista de prioridades, pueden armar un tour a Estados Unidos y ayudar al sector de las importaciones a su regreso, pero no tienen derecho a utilizar unas dosis que son escasas.
¿Con qué cara, entonces, podríamos criticar supuestos abusos como el de aquella supervisora de la Agencia Metropolitana de Control que decidió inspeccionar las condiciones del estadio Rodrigo Paz desde una suite a lo largo de todo el partido Ecuador-Perú? ¿O denunciar abusos de mayor tamaño como los que han abundado en los últimos años?
No se puede borrar con el codo el trabajo de un sinnúmero de periodistas que lucha por responder hora a hora, día a día, a una sociedad ávida de transparencia y de equidad. Mi derecho termina donde empieza el del otro. Esperemos que todo este ruido solo haya sido un desagradable malentendido.