Fausto Segovia Baus

Del periodismo a la política

Pienso que el periodismo es la mejor profesión del mundo, y también la más peligrosa. La razón estriba en que el periodismo genuino cultiva la verdad, investiga los hechos con libertad y honestidad intelectual, y asume las responsabilidades correlativas. Así expresan los códigos de ética periodística del mundo.

Ergo, el periodismo profesional se acerca más al ejercicio de los derechos humanos que a los dictámenes de las ideologías, aunque la línea divisoria es indeleble, y a veces se difumina porque el valor supremo de la política es el bien común y la defensa de la vida.

El periodismo y la ética son empáticos. Los valores humanos están presentes en las noticias, los reportajes, las entrevistas, las opiniones y crónicas porque informan, educan, entretienen, y contribuyen al fortalecimiento de la democracia. No hay periodismo aséptico. El uso responsable de la libertad con responsabilidad, sin otro derrotero que la dignidad humana es el paradigma del periodismo moderno.

No obstante, el tema de la objetividad en el periodismo es recurrente. Existen métodos científicos que sirven para contrastar documentos, testimonios y evidencias. Y aquí un punto de inflexión: el periodista no es un juez, sino un mensajero. El profesional de la comunicación investiga la realidad, elabora mensajes, redacta en función de públicos y los difunde a través de medios impresos, audiovisuales o digitales. Pero cuando el periodismo de investigación se orienta hacia la cobertura y seguimiento de la política podría convertirse en un actor político.

Este conflicto es de carácter epistemológico, deontológico y metodológico, porque la comunicación política se sostiene en escenarios complejos, atribuidos a sujetos, a hechos y a entornos culturales polisémicos. Por eso, habitar en esos espacios donde se visibiliza el poder -saturado de interacciones e intereses-, es difícil y riesgoso, y donde la imparcialidad podría disolverse.

Las relaciones entre el poder y los medios son relevantes en la era de la comunicación digital, en tanto las redes sociales han fracturado los sistemas mediáticos tradicionales con otros actores políticos -anónimos- que influyen en las audiencias. En esas condiciones, ¿cómo lograr una comunicación política seria, que evite la manipulación y la polarización, y refuerce el estado de derecho para mejorar la calidad de la democracia?  

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