El ruido de sables de la política chiquita ensordece y contamina. Pero más allá de esos resultados están grandes retos socioeconómicos.
El camino ha sido largo y será todavía empedrado. Luego de una década de despilfarro y juerga, de la borrachera petrolera, vino el aterrizaje forzoso.
La mesa no estaba servida. Unos cuantos se habían comido el chaulafán, la loza quedaba llena de fisuras y la cuenta llegaba en yuanes. La dolarización que le dio estabilidad al país en tiempos de ‘partidocracia’ y de ‘revolución ciudadana’ debía ser preservada. Con una economía en crisis la provisión de divisas no estaba garantizada.
Tiempo tardó el Gobierno en acertar con una línea nítida en el Ministerio de Economía. Las visiones ancladas en el pasado persistieron hasta mayo de 2018. Eran, seguramente, bien intencionadas, pero no conducían a salir del foso. El oscuro pozo de la revolución se empezó a iluminar con un primer esfuerzo que llegó con la Ley de Fomento Productivo. Hubo cambios legales pero la economía no arrancaba. Diciembre fue el momento más oscuro. Una Reserva Monetaria débil, la incertidumbre de la liquidez para pagar sueldos, el riesgo país, disparado. Los bonos a plazos cortos e intereses altos apenas tapaban los huecos.
Entonces llegó la tabla de salvación: El Fondo Monetario Internacional, más allá de los pruritos, abría las puertas a préstamos de las entidades multilaterales.
Los que nos endeudaron a tasas de interés exorbitantes, a plazos cortos y comprometieron petróleo, ahora se rasgan las vestiduras. Además, firmaron acuerdos con cláusulas secretas y comprometieron al país con contratos a dedo. Muchas de las fisuras de esos acuerdos ya aparecen.
Pero ahora la tabla de salvación referida parece razonable. En primer lugar el sentido social de la dirección de los préstamos del Fondo y el aliento, con buen sentido, de los dineros que comprometen los multilaterales. Esos multilaterales vilipendiados ciegamente por el nefasto Régimen anterior, tan lleno de prejuicios como llenas de insultos eran sus cadenas y sabatinas.
Segundo aspecto: las tasas de interés son mucho más bajas que aquellas a las que nos sometieron los aliados interesados de la revolución. Y los plazos del nuevo escenario ahora nos muestran tiempos razonables.
El acuerdo no se parece, ni de lejos al de otros países. La distancia entre lo deseable y lo posible depende solo de nosotros. Los empresarios y los sindicatos tendrán su rol.
El Gobierno tiene que cumplir con sus metas. Luego, en el pasado mañana, le tocará concertar a la clase política para acometer reformas legales sensatas. Pensar en los intereses colectivos. Los próximos comicios presidenciales no pueden ni deben sacrificar más al país a la inoperancia.
Si la economía levanta, crecen las exportaciones y se gestan condiciones para que venga inversión extranjera, y crear más plazas de trabajo, único camino hacia la prosperidad, lejana de la dádiva clientelar, para mejorar calidad de vida de los más pobres.