Todavía en cuenta de protección ante el KO técnico que provocó la palabra del papa Francisco, en el país nadie atina a conducir el diálogo.
Perdidos en la repetición de sus propios discursos cada quien marcha sobre su propio terreno y con una temática tan general como vaga, difusa: idealismo utópico.
Para el Régimen, antes del retiro ‘temporal’ de los dos temas que hicieron saltar los fusibles de la rabia contenida y el desobligo acumulado, todo se circunscribe a la equidad y la justicia social.
Una idea que calza tanto para Alianza País, Creo, Pachakutik y, si nos vamos al pasado que se quiere desconocer ahora, a la Izquierda Democrática o al Partido Liberal.
Pero, eso sí, el poder vertical que emana desde Carondelet señala con el dedo acusador a aquellos que son de buena fe y por su condición ( ¿sumisa, no contestataria?) solo componen un auditorio con alguna acotación tímida y sin derecho a disidencia.
Los ministros caminan el país, convocan, dan discursos y sus asistentes todo lo anotan en enceguecedoras pantallas de computadoras portátiles ( el equivalente del fusil de los tecno-revolucionarios siglo XXI).
Los opositores rearman estrategias y piensan en debilitar a un Gobierno golpeado, que jamás supo cómo se maneja una crisis económica ni llevar el timón en la tormenta ni salir de Palacio con las calles inquietas y las protestas bulliciosas y que sigue repitiendo que lo peor ha pasado ya.
Pero el mapa de la tensión social vuelve a retomar el escenario de indígenas y centrales sindicales, que ya anuncian un paro general. Muchos, gobierno adentro, piensan que es insólito que ellos que tanto han trabajado por los pobres y los de abajo, reciba ahora, ya no solo la voz altisonante de las clases medias, el embate de las élites (los de siempre, les dicen) sino de los sectores sociales que creían sus aliados naturales.
En todo este tiempo el mapa cambió. La bonanza petrolera tapó las hendijas que el clientelismo dejaba atrás y cegó, con el consumismo de los plasmas y las minicuotas, los discursos vacíos y los lemas de la propaganda de una revolución que no era tal.
Ahora el cronómetro corre en contra. La pseudo ‘socialización’ de los argumentos para buscar las enmiendas quedó superada por la realidad política. Ahora se rearman comités para defender una revolución de papel, tarima y oro negro. Ahora buscan espacios para morigerar el discurso del líder -que sigue siendo violento y agresivo-, con entrevistas explicativas, aquellas que durante años negaron a la prensa independiente y plural a la que tanto atacan.
Por eso es que el poder vertical y absoluto que construyó el modelo autoritario de Alianza País ya no tiene cabida para liderar diálogo alguno. Aquel diálogo que cabe, y la única enmienda necesaria, es el de la búsqueda sincera del consenso ( burgués, para el Régimen) por la vía de legítimos convocantes, como propuso EL COMERCIO en su Editorial del domingo: la academia, las organizaciones no gubernamentales, la Iglesia, sectores con su credibilidad en pie.