El opio del pueblo
Ante la avalancha desatada por la convocatoria a consulta popular y sin percatarse aún de que el Gobierno ha cruzado un umbral que le coloca en una fase inédita de su ciclo político, los voceros oficiales insisten en que nada es más democrático ni genuino que consultar al “pueblo soberano” los temas nacionales. Tal como lo advirtió esta columna el día mismo de la convocatoria, la consulta ha sido un grave error táctico que ha precipitado una crisis que venía leudándose pero que no debía fermentar aún.
Que factores hacen de la consulta gubernamental una verdadera trampa con ropaje democrático? En primer lugar, el hecho de que los ciudadanos voten en plancha y que muy rara vez discriminen su voto. El público, por lo general, es desinformado y apático en los asuntos políticos. Si los temas importantes y de difícil comprensión (como el control de los jueces y la prensa) son camuflados por asuntos más ligeros (como los “toros o gallos”), los electores consignarán su voto por el “si” o por el “no” en función de los temas más sencillos y emotivos. En segundo lugar, sabemos que los aparatos de propaganda del Régimen simplifican cuestiones complejas y las convierten en una simple lucha maniquea entre buenos y malos, revolucionarios y neoliberales u honestos y corruptos. Por último, la maquinaria aplastante de propaganda del Régimen, con cadenas nacionales, canales y radios propios y una chequera abierta para formar clientelas políticas, impide todo debate serio y facilita el lavado cerebral y la inoculación del pensamiento único. Aquí, la opinión pública deja de ser la opinión “del” público y se convierte en pura alienación.
El régimen buscaba desde hace rato una elección que le permitiera reocupar la tarima, relanzar su ardorosa prédica y reconstruir su legitimidad fisurada. Los eventos del 30 de septiembre alteraron radicalmente los planes de disolver el Congreso (muerte cruzada) y convocar a elecciones generales. Todo indica, sin embargo, que AP necesita, hoy más que nunca, un proceso electivo que detenga su caída y le permita reposicionarse en la escena política. Ante el espectro de una posible derrota política y/o electoral en el plebiscito, la muerte cruzada reaparece como una buena opción para el gobierno. Pensemos que AP tiene perdida su “mayoría móvil” en la Asamblea y que una derrota en unas próximas elecciones no cambiaría dramáticamente el actual escenario legislativo. La posibilidad, en cambio, de ganar las presidenciales y renovar un mandato –entendido por AP como una carta blanca- se mantiene muy alta.
La parafernalia de propaganda, campañas y votaciones mantiene dopada a la Nación y oculta los problemas reales como la inseguridad, la incapacidad institucional del estado o nuestra frágil economía. A eso sí podemos llamar el opio del pueblo.