Hace años escribí en este Diario una columna llamada “Ya no soy de la Liga”, con argumentos que mostraban lo irracional que es el fanatismo futbolero. Nunca -en siete años de escritos– he recibido tanto hate-mail (email de odio de los lectores), ni con mis argumentos políticos más controversiales ni cuando he topado temas como la religión o los tabúes sexuales… nunca. Claro, pensé, es que me metí con el tema más sagrado.
A pesar de mi ateísmo futbolero, me invitaron a la final del campeonato ecuatoriano en diciembre. Al final del partido, tras la victoria de Emelec sobre Barcelona, encontré a un conocido en un pasillo. El hombre tenía la cara explotada de tanto llanto. Se confundió pensando que yo también era emelecista y se abalanzó al abrazo. Un suplicio, ese hombre era puro líquido –sudor y lágrimas– y olor. Me miró a los ojos y me confesó, “Es… es… el momento más feliz de toda mi vida.”
Pues, qué vida de m*** del pobre, pensé para mis adentros. Si un equipo donde él no juega, ni dirige, ni tiene conexiones remotas, al ganar un campeonato anual (¡anual! ¡no es un fenómeno cósmico!) le da la mayor satisfacción que jamás ha sentido… qué porquería de vida.
Considero que es ese fanatismo tan desmedido e ilógico el que posibilitó –en parte– el festival de corrupción que es la FIFA. Creo que ese apasionamiento del mundo por el fútbol dio un sentimiento de impunidad a los dueños del balón, de estar sobre el bien y el mal.
A los altísimos dirigentes de la FIFA que se arrestó se les acusa de 47 cargos distintos, ¡47! Esos son números que darían envidia a cualquier mafia. Loretta Lynch, la fiscal general de los EE.UU. que lidera las investigaciones, señaló que se trata de una trama corrupta con “raíces profundas”, que operó de manera sistemática “durante al menos dos generaciones”, al menos 24 años.
El sentimiento de impunidad era generalizado y la corrupción tan extensa que tenía que saberse. El Financial Times señaló: “La defensa de Blatter dirá que claramente no conocía de la corrupción alrededor suyo en la FIFA. Pero para que ello sea verdad, el presidente de la FIFA debería ser monumentalmente estúpido, y eso es algo de lo que todavía no se le ha acusado a Blatter”.
Pues el grueso de la trama corrupta estaba en América. La Fiscal acusa a las 10 federaciones sudamericanas, incluida la ecuatoriana. Y nosotros latinitos, en nuestro mundo mágico-realista, contentos con nuestro fútbol colorido y bailarín, haciéndonos los locos con la corrupción.
¡Qué vergüenza! Qué vergüenza profunda que sea la Fiscalía estadounidense la que tenga que señalarnos nuestros casos flagrantes de corrupción. En todo el continente no hubo un solo país que actúe. ¿Dónde están nuestros fiscales, sentados tan felices y tan panchos? ¡Que se levanten! ¡Que enjuicien!
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