Muchos líderes políticos del Tercer Mundo suelen culpar a las grandes empresas transnacionales por casi cualquiera de los males que aquejan a sus países. Según ellos, las grandes empresas globales explotan a consumidores y trabajadores alrededor del mundo, pero especialmente en los países del sur.
¿Me pregunto qué dirán el día en que una buena parte de las más grandes empresas -muchas de ellas transnacionales- provengan del mundo en desarrollo? Una realidad que, según un reciente estudio de la consultora McKinsey, podría estar a la vuelta de la esquina.
MacKinsey estima que para el año 2025, el 45% de las mayores empresas contenidas en la lista “Fortune Global 500”, provendrán de las economías emergentes. Un incremento dramático, dado que apenas representaban el 5% de la lista en el año 2000. Tres cuartas partes de las 8 000 empresas globales con ventas de $1 billón o más, están hoy localizadas en economías desarrolladas, pero 7 000 nuevas empresas alcanzarán ese tamaño en un poco más de una década y, de ellas, el 70% provendrá de las economías emergentes .
Para poner en perspectiva este cambio dramático en el balance del poder global corporativo, McKinsey recuerda que “muchas de las que hoy son las empresas más grandes del mundo, han mantenido dicho estatus durante generaciones. Más del 40 por ciento de las 150 compañías de Europa occidental presentes en el listado “Fortune Global 500”, fueron fundadas antes del año 1900.
Este rebalance en el poder corporativo, es el resultado apenas lógico del mayor peso que el mundo emergente ha venido alcanzado dentro de la economía global, especialmente en la última década. En 1980 las economías emergentes representaban apenas el 20% de la producción global, mientras que hoy representan el 50%. En 1980, el 52% de los hogares del Tercer Mundo se encontraban bajo la línea de pobreza, hoy apenas el 21%. En 2010, los mercados emergentes llegaron a representar el 46% de las ventas al detal, el 52% de las ventas de vehículos y el 82% de las líneas de telefonía celular.
Mckinsey señala que este rebalance económico, ha sido incluso más rápido y dramático en el mapa empresarial, por la proliferación de empresas gigantescas en el mundo emergente. Esto tiene implicaciones para sus países de origen, que van más allá de la simple escala. Las grandes empresas pueden crear más fácilmente trabajos formales y pagar mejores salarios. También promueven mejoras “en productividad e innovación, en el establecimiento de estándares y en la diseminación de habilidades y tecnología”.
Estas tendencias muestran que, en una economía globalizada, ninguna nación, región o empresa mantiene su hegemonía indefinidamente. Hoy parece ser el turno de los países y empresas del mundo emergente, cosa que muchos políticos en esas regiones nunca estimaron posible .