‘Es descorazonador ver que el nivel de debate sigue igual. Ahora son los aviones Cheetah para la FAE. ¡Antes no había accidentes ni de helicópteros ni de aviones, porque sencillamente no teníamos! La insensatez de querer utilizar todo para atacar a un gobierno. ¿Cuál sería la alternativa para un gobierno irresponsable? ¡No hacer nada! Ojala algún día la oposición y cierta prensa maduren y piensen un poquito más en la Patria”. Así se expresó el miércoles desde Bélgica el presidente Rafael Correa a través de su cuenta en Twitter, en vísperas de su regreso a Ecuador tras sus vacaciones.
La sola idea de elevar el debate resulta seductora, sobre todo si viene del presidente de un Gobierno acostumbrado a monopolizar la verdad y a rehuir las discusiones. Sobre el mismo tema -la compra de los Cheetah sudafricanos-, por supuesto que sería saludable tener un amplio debate, o al menos amplia información. Pero el Ministro de Defensa, frente a las primeras averiguaciones incómodas, decidió no hablar sino a través de los medios “públicos”.
Al Gobierno, en general, no le gusta debatir. A veces ni siquiera es posible hallar la información.
En casos difíciles, el funcionario prefiere rehuir a los medios y, solo después de la publicación, dar su versión en solitario, con el reclamo de que sus razones deben ocupar el mismo espacio que la nota que originó la “rectificación”. En cuanto a los canales privados, la cosa es más fácil: simplemente la Secretaría de Comunicación arma una “cadena nacional” y obliga a que se la pase en el noticiero o el programa en el cual se produjo la información que motiva tal reacción.
En cambio, los mal llamados medios públicos no dan espacio a las aclaraciones de quienes se sienten afectados por sus informaciones u opiniones.
Cuando el Presidente aparece en los medios privados, no lo hace con el ánimo de controvertir o discutir, sino para divulgar sus verdades: así sucedió en la segunda vuelta del 2006 y todas las veces en que ha necesitado usarlos. En esa lógica se acopla muy bien la idea de los enlaces sabatinos, en donde la “rendición de cuentas” es unilateral.
A propósito de la Ley de Comunicación, el Presidente ha citado varias veces la legislación alemana, pero no menciona que esta manda que los funcionarios comparezcan por pedido de los periodistas. Una práctica difícil para quienes no están acostumbrados a debatir ni siquiera con los asambleístas, peor a ser fiscalizados por ellos. Contra los pronósticos más optimistas, Correa demostró ayer que sigue atado a su filípica del 10 de agosto, que a su vez fue una repetición, con las tintas más cargadas, de sus fijaciones contra la prensa.
Cuando se habla de enemigos en lugar de contradictores, o se proclaman puntos de honor sobre los cuales no se permite disentir, es difícil discutir con ideas. En verdad es descorazonador ver que el nivel del debate sigue igual.