Mundial agridulce
Corre la pelota en las canchas frente a la euforia de los hinchas, mientras fluyen las bombas lacrimógenas en las calles de todo el Brasil. El planeta vive un Mundial agridulce. ¿Qué pasa en el país más futbolizado del planeta? ¿Qué explica que la presidenta Dilma Rousseff se abstenga de dar el discurso de inauguración por el temor de ser abucheada y pida a sus pares de los “gobiernos progresistas” que le “apoyen” en el evento? ¿Qué acontece en el país con la sexta economía más grande del mundo, en el “milagro” brasileño, para que los sectores populares expresen su descontento a pesar de su amor por el futbol?
Algunas explicaciones, difundidas por los actores de la protesta, empiezan a llegar. Son elaboradas por los “Comités Populares de la Copa”, que son espacios que congregan a los más diversos colectivos sociales, gremiales, estudiantiles y ciudadanos que se sienten inconformes o perjudicados con el dispendioso y exagerado gasto, propio del “nuevo rico” (se habla de cerca de USD 13 000 millones, tres veces más que lo gastado por Sudáfrica-2010 o por Alemania-2006) hecho frente al mar de necesidades y pobreza de uno de los países más inequitativos de la Tierra.
Pero el mal gasto es uno de los problemas. Los “Comités” plantean otros: “250 mil personas han sido o serán desalojadas de sus casas…” en cuyos terrenos se han construido o se construirán obras para el Mundial o para las Olimpiadas de Río del 2016, siendo la mayoría de ellas “elefantes blancos”, que luego del megaevento no serán utilizadas, como ya ha sucedido en otras sedes del Mundial.
Adicionalmente, la construcción de las faraónicas obras, “al contrario de lo prometido” que serían financiadas por inversores privados, han corrido a cargo del presupuesto público, de los impuestos de todos los brasileños, siendo beneficiarias las grandes constructoras privadas.
Por ética, todos estos enormes recursos debían invertirse en salud y educación.
Para presentar a las ciudades con “cara limpia” a la TV mundial y a los turistas, se ha procedido a “esconder” a los pobres y a los vendedores ambulantes, a través de “remociones forzadas”, campañas de “higienización social”.
Brasil tuvo que adecuar su legislación frente a las exigencias de la FIFA. Una de ellas conlleva la creación de “verdaderas zonas de exclusión” de 2 kilómetros alrededor de los estadios, en donde la Federación ejerce soberanía en beneficio de las empresas multinacionales aliadas…”. Allí “vendedores ambulantes, pequeños comerciantes y artistas… están impedidos de trabajar… y de comercializar símbolos nacionales relacionados al evento”.
Todo esto enciende la protesta social, la misma que ha sido criminalizada. El gobierno “progresista” contra los pobres. ¿Qué pasa con los autodenominados “gobiernos progresistas” de América Latina?