Si hay algo que ha dejado en evidencia la crisis en Egipto es que se trata de una sociedad polarizada, conflictiva y bastante riesgosa para las niñas y mujeres. A diario escuchamos noticias del conflicto político, social y de orden público de ese país, pero hay un asunto que va mucho más allá de un conflicto político. Se trata de las constantes agresiones sexuales contra las mujeres.
Las continuas violaciones de mujeres -como ha sucedido en otros lugares con conflicto civil- son un método macabro para desalentarlas a participar o desacreditar a los manifestantes. Las cifras de los recientes sucesos son impresionantes. En solo una semana de hechos relacionados con el derrocamiento de Mohamed Mursi se reportaron alrededor de 180 violaciones -seguramente son muchas más, ya que no todas son denunciadas-. Podríamos estar hablando de un “terrorismo sexual”, porque no hay otra forma de explicar hechos tan aberrantes como el sucedido con la artista Yasmine el-Baramawy, quien fue atacada sexualmente en la plaza Tahrir, mientras se burlaban de ella y le tomaban fotografías en el acto.
El problema de la violencia contra la mujer en Egipto tiene raíces muy profundas. Según un informe de la ONU del 2012, el 99,3 por ciento de las mujeres egipcias han sufrido alguna vez acoso sexual.
Hay otro caso puntual. En marzo de 2011, los militares detuvieron a decenas de manifestantes en Tahrir y las sometieron a exámenes de virginidad, inspeccionando sus vaginas sin su consentimiento. Esto no tiene otro nombre distinto que el de abuso sexual.
Pero, trasladados a nuestro país, aunque nos suene aterrador lo que sucede en Egipto, la realidad en Colombia no es muy diferente. En promedio, a diario, 245 mujeres colombianas son víctimas de algún tipo de violencia; entre 2001 y 2009, más de 26 000 quedaron embarazadas por una violación. Basta recordar la atrocidad del crimen de Rosa Elvira Cely, un asesinato que no dista mucho de la realidad de las mujeres de Egipto. Rosa fue brutalmente violada, en forma igual o peor que las mujeres en la plaza Tahrir.
No deben extrañarnos las preocupantes cifras de pobreza si seguimos desprotegiendo a las mujeres y niñas, cada vez con una “mayor tolerancia” (inaceptable) al maltrato contra ellas. Cada mes se presentan 453 casos de violación de menores. La principal causa de embarazos adolescentes es el abuso sexual, que además tiene consecuencias devastadoras en la vida de una niña. No dejo de pensar en los niños que no pueden hablar por temor, ni tampoco dejo de indignarme la complicidad de algunos padres con los abusadores.
No podemos quedarnos callados ante tanta atrocidad, ni permitir que se intente justificar los crímenes contra la mujer de cualquier forma. Necesitamos que los medios divulguen mucho más esta problemática, porque la noticia no puede ser únicamente el aspecto político. Es denigrante leer los testimonios de las víctimas en Egipto, quienes concuerdan en que los hombres en grupo escogen a una víctima para violarla y maltratarla. Es justamente eso lo que todos debemos repudiar, y exigir una justicia ejemplar para las víctimas. Empezando por nuestra casa, Colombia.