¿Cuál es la causa de la incertidumbre política, social, económica, cultural, religiosa, ética y ambiental? Esta reflexión tiene sentido cuando revisamos las crisis planetarias que asuelan a la humanidad. ¿La metáfora del alacrán?
Expliquémonos. En mis tiempos juveniles, cuando leía el libro “El retorno de los brujos”, de Jacques Bergier y Louis Pauwels, y otros de igual catadura, me asaltaron preocupaciones que, hoy por hoy, son pertinentes.
Las interrogantes eran: ¿El interés personal -léase afán de lucro- es consustancial a la naturaleza humana o es el resultado de cierto tipo de educación – ¿formación o deformación? -, o de instintos primarios que elogian el egoísmo, la dominación y el apego al dinero -legal o ilegal- como expresión de superioridad o poder? ¿Es que en etapa post capitalista que vivimos, se ha instalado un monstruo -el alacrán sería apropiado- que, con su veneno, inocula a la misma sociedad que le engendró?
Carlos Marx, los socialistas utópicos y Friedrich Engels deslumbraron con sus hipótesis sobre el capital y el trabajo, y trazaron el materialismo histórico, que sentaron las bases del Estado socialista que duró setenta años -1917-1987- con los resultados conocidos. También hubo propuestas de varios Papas, que insistieron en el progreso de los pueblos, la dignificación del trabajo y la protección de los vulnerables. Y en América Latina surgió la teología de la liberación que quedó en el olvido, mientras se consolidaba la economía global. Y hubo iniciativas que formularon la “tercera vía”, ancladas al desarrollo humano sostenible, que predicaba ni capitalismo ni socialismo.
La causa de la consolidación del poder mundial fue, para unos, la caída del muro de Berlín, la terminación de la Guerra Fría, la desaparición de la URSS – con la Perestroika y la Glasnost-; el surgimiento de China y la hegemonía del Tratado Mundial de Comercio. Para otros, la causa fue responsabilidad de Estados Unidos y sus aliados que fortalecieron un modelo de pensamiento anclado al individualismo, el interés personal y el lucro, antes que a la solidaridad.
Estas visiones –reales o imaginarias- subexisten, y forman parte de patrones de comportamientos personales y sociales, que no dejan de percibirse y cuestionarse en pleno siglo XXI.
¿Es el interés personal -competir, ganar, triunfar, acumular- que nutre nuestros sueños y obsesiones? ¿El sueño americano es un mito? ¿Por qué la gente no escoge el sueño cubano? ¿O es que tenemos que elegir entre la civilización del amor y el reino de Dios -la parusía-, el paraíso socialista o el nirvana? ¿Hay otros factores que influyen en la causa o causas de nuestros desvelos en la construcción del futuro? ¿Es que la historia ha terminado, como sostiene Francis Fukuyama?
Es tiempo de repensar la causa principal por la cual vivimos, recuperar el verdadero sentido de existir -como personas y como país- antes que sea tarde, y que alacrán venenoso sea magnánimo con los que piensen diferente. ¡Leamos a Viktor Frankl!