En las elecciones del 25 de mayo ganó la paz, pero pocos hablan de eso. Tres candidatos a la Presidencia -Santos, López y Peñalosa- defendieron las negociaciones que avanzan en La Habana, y sumados representan el 49,6% de los votos válidos. Zuluaga y Ramírez, que sumaron el 44,8%, pusieron su acento en la crítica a esas conversaciones y proponen suspenderlas. La diferencia es de 1 028 130 de votos a favor de las negociaciones de paz.
A pesar de ese resultado, el arranque para la segunda vuelta aglutina con Zuluaga y en contra del proceso de acuerdos de paz, que ya lleva más de dos años, el 44,8% de los votos, mientras que, con el argumento de apoyar las negociaciones de paz promovidas por Juan Manuel Santos, faltando dos semanas para las elecciones del 15 de junio, solo se puede calcular una suma del 36%. Esa distancia de más de un millón de potenciales votos coincide con las declaraciones de importantes líderes del Polo Democrático y de los ‘verdes’, que llaman a no votar por ninguno de los dos por considerar que otros temas distintos a la paz o a las negociaciones en Cuba son más importantes a la hora de decidir.
Con ese panorama, los pronósticos son difíciles para la candidatura de Santos. Su trayectoria viene en caída, mientras la del uribismo ha ido en ascenso. Las posibilidades de revertir la situación están en la capacidad para quebrar la abstención, que en todo el país tuvo la cifra récord de 60%, y de motivar con las banderas de la paz y otras de tipo social a nuevos sectores en los centros urbanos, especialmente en Bogotá, Cali, Medellín, Bucaramanga o Cúcuta. Santos necesita una inyección de dos millones de votos para descontar la ventaja que le lleva su contrincante y ganar las elecciones, y ese potencial está, matemáticamente, entre abstencionistas, votantes en blanco y los indecisos de la izquierda y los ‘verdes’. La abstención en los departamentos de la Costa Caribe estuvo entre 25 y 32%; y de recuperarse (sin ‘mermelada’) lo obtenido por Santos, sería un factor de peso el próximo 15 de junio, que agregaría no menos de 500 000 votos.
La batalla por Bogotá es una de las claves, pues están en juego cerca de un millón de votos nuevos que pueden inclinar la balanza.
Más allá de la matemática electoral, lo cierto es que la suerte de Santos está hoy en manos de los que no votaron por él en la primera vuelta y prefieren hacerle oposición a un gobernante con posibilidad de pactar la paz que hacérsela a otro cuyo proyecto es llevar la guerra hasta el final e imponer una paz sin transacciones. En este breve recuento de números no se incluyen los que se repartirán los dos candidatos por sus iniciativas para ganar electores entre los abstencionistas o entre esos dos millones que votaron en el 2010 y hasta ahora han estado ausentes.
Con el paquete completo, solo los astrólogos se atreven a hacer vaticinios.