La resolución aprobada por la mayoría de la Asamblea, con cambios que dentro del propio oficialismo se reclamara, demuestra cuán equivocados están al no querer ver la realidad y desean seguir con algo que ya no funciona: la imposición de todo a rajatabla.
Eso ocurrió con las reformas a los impuestos a las herencias y la plusvalía y antes en las enmiendas constitucionales por la vía legislativa y no de una consulta popular, tal como lo hicieran aprobar en la Constitución en septiembre del 2008.
En medio de la mediocridad imperante, el texto final de la resolución legislativa, alterado tras la barbaridad que pretendieron aprobar inicialmente, resulta insustancial; que los propios asambleístas reconozcan el derecho constitucional de la ciudadanía a manifestarse democrática y libremente resulta una evidencia dentro del proceso de deterioro actual.
Esa no es ninguna dádiva sino derechos consagrados que están vigentes. Plantean que los discursos sean veraces, verificados y contrastados cuando la Constitución, art. 128, guste o no, señala que los asambleístas no serán civil ni penalmente responsables por las opiniones que emitan ni por las decisiones o actos que realicen en el ejercicio de sus funciones.
Les cuesta entender que el Ecuador del 2015 ya no es del 2007 y que hay deterioro y desgaste político. Empero, creen que los ecuatorianos en su mayoría son dóciles y sumisos, que no razonan ni se dan cuenta de lo que ocurre, como han demostrado seguidores del oficialismo. No quieren comprender que con los diálogos como han planteado, que son positivos desde su concepto, no funcionarán si no cambian sus procedimientos porque ya no podrán imponer como lo han hecho.
Preocupados de la organización y estructuración de los comités de defensa del proyecto político –que no han podido consolidar en más de ocho años de administración- mientras persiste la crisis económica y se reclama coordinar bien cuando autoridades del Gobierno actúan por su lado frente a fenómenos naturales en la Amazonía (el caso de los deslaves de Papallacta) que agobian a la gente.
Quito no solo es capital política, sino que sigue siendo la Luz de América del 10 de Agosto 1809 y de otras gestas libertarias y cuando han querido imponer desde el poder les fue mal. Una pena que les cueste entender la realidad porque en el pasado en unos casos líderes con pensamiento populista y calenturiento, obnubilados por el poder, no pudieron imponer sus caprichos. Saben bien porque han participado en esas gestas.
Se pretenden diálogos para que la gente entienda bien los textos de los proyectos, que se allane y comprenda que la única razón tiene el poder y que deben someterse a sus designios, en medio de la deslegitimación e irrespeto a los que discrepan, a sus derechos humanos y libertades. Hoy hay un Ecuador diverso y distinto y no se podrá someterle a la fuerza ni con la propaganda ni el marketing político que se desgastó.