Un primer elemento a tener en cuenta, antes de que pase al olvido, es la violencia en las elecciones. Se tiñeron de sangre. No importa el número de víctimas o su filiación. Es sencillamente infame. Estas situaciones pueden escalar al infinito. La impunidad sería repugnante.
Un segundo punto a reconocer es el triunfo opositor y particularmente de la RC, aunque mantiene techo histórico de alrededor de 25%. Aciertos propios como estructura, militancia disciplinada, propósito claro, comunicación aplastante, caudillo intocable, recursos. Y errores ajenos como fragilidad del gobierno, lejanía del alma de la gente, comunicación desastrosa, impericia política. Y también, ausencia de otros referentes alternativos, sólidos, limpios, aglutinadores.
Quedan temas para debatir. Uno refiere a la legitimidad de nuevas autoridades. El caso Quito es revelador. Pabel Muñoz llega con 25,2% de los votos. Pocos puntos más que Yunda en la vuelta pasada. 1 de cada 4 quiteños le ha dado su respaldo. El resto se hizo pedazos… 8 candidatos no llegan al 5%, 2 de ellos ni siquiera al 1. Chimbadores e irresponsables… Nuestros recursos financiando aventuras.
Ausentismo y voto nulo dicen mucho en una elección. Y abonan al tema de la legitimidad. Los datos se ignoran porque no son “votos válidos”. Pero tienen valor como se puede ver en el caso de Quito. Ausentismo del 17,3%. Voto nulo de 13,7% es decir, tercer puesto, mejor que Páez.
La legitimidad genera reacciones en elegidos y electores. Las nuevas autoridades, deberían aspirar a atender y ganarse a las mayorías. Y evitar venganzas, amenazas y mayor polarización. Incluso tomando distancia de las diatribas provenientes de Bélgica. Ya no aguantamos más discursos violentos y excluyentes.
Gestionar el éxito -aun con márgenes estrechos– debe llamar a la prudencia, al compromiso con planes sólidos, financiados y viables (no se presentaron en el debate). Y a valorar las oposiciones que también buscan luces en medio de las sombras que nos ha tocado vivir.