‘La Casa’, revista de la CCE, en su nro. 75, tributa en estos días ferviente homenaje de admiración y cariño, a seis meses apenas de su muerte, a doña Laura Romo Rivera de Crespo Toral (1916-2011), quien, junto con Benjamín Carrión, fue fundadora de la entidad, primero como bibliotecaria desde 1945, y luego como directora de la Biblioteca Nacional ‘Eugenio Espejo’ hasta 2008. 63 años en total dedicados al servicio de la cultura y los libros, más los que, desde muy joven, trabajó en la Casa de Montalvo, en Ambato. Ya, a raíz de su deceso, la prensa nacional dejó constancia de su amable presencia en Quito, durante décadas, que le convirtieron en figura emblemática de la Casa, personaje inolvidable, fuente inexhausta de conocimiento y sabiduría sobre letras y artes, consultada por cuantos requerían datos precisos sobre cualquier tipo de publicación relacionada con el Ecuador -periódicos, folletos, volúmenes, autores, títulos, editoriales, fechas y años de edición-, seguros de que Laurita, con amabilidad y presteza, les suministraría al instante la información solicitada, dueña como era de una memoria privilegiada, feliz y exacta, como si llevara un ordenador interno avanzadísimo, décadas antes de que se inventaran las modernas computadoras. Era ‘el hada madrina’ de los lectores, se dijo de ella al informar su muerte, y se la calificó, además, de ‘mujer extraordinaria, inteligente, colaboradora, sencilla, cuya pasión eran los libros’.
Su oficina en la Casa era como un imán para grandes escritores y artistas. Allí la visitaban Jacinto Jijón y Caamaño, Aurelio Espinosa Pólit, Isaac J. Barrera y Carlos Manuel Larrea, o iban a conocerla, se quedaban prendados de su don de gentes y culta conversación, y volvían a verle cuantas veces podían, Antonio Jaén Morente, el poeta León Felipe o Paulo de Carvalho-Neto. Convergían, solos o en grupo, en plan de consulta o tertulia, Jorge Carrera Andrade, Alfredo Pareja Diezcanseco, Alejandro Carrión Aguirre, César Dávila Andrade, Julio Aráuz y cien más, cuya lista completa sería como repasar el índice de grandes autores ecuatorianos, a los que habría que añadir a los artistas laureados, desde Guayasamín hasta Jaime Andrade, que con su talla en madera del rostro de Laurita ganó el Premio Nacional de Escultura, pasando por Diógenes Paredes, Bolívar Mena Franco, Pedro León Donoso, Nilo Yépez y tantos otros que intentaron testimoniar, con sus pinceles y al óleo, el señorío, belleza y simpatía de la gentil bibliotecaria.
El ‘Tributo a Laura Romo de Crespo’ recoge artículos (magistral, el del ‘Pájaro’ Febres Cordero, y no menos valiosos los de Teresa León de Noboa, Martha Palacios, Jorge Dávila Vásquez y el anecdotario de Paúl Hermann); entrevistas, a la propia Laurita, sobre los orígenes de la CCE, y de los poemas que supo inspirar, uno de César Dávila Andrade, y otro de su marido, Jorge Crespo Toral.