Desde sus ojos de agua, las mujeres shuar transmiten de generación en generación la conciencia de ser parte de la vida. Se vinculan a la naturaleza desde y en sus territorios para que ninguna convención social disipe la armonÃa y el equilibrio de sus vidas.
Las mujeres luchan por la autonomÃa, la libre determinación y participación donde hay pensamiento, sabidurÃa, formas de espiritualidad ancestral, la relación con la naturaleza, del uso y cuidado respetuoso de los recursos que nos rodean.
Mediante los anent, nampet, ujaj, que son plegarias, las shuar nos relacionamos con el cosmos: cielo, aire, agua, vegetación y fauna ya que los consideramos esenciales para la vida. Los seres humanos se relacionan entre sà y con estos. La mujer ya sea sola, con familia o en su comunidad, analiza y desarrolla formas de conservación o transformación de materias tan sensibles como las semillas, animales o minerales que se aplican a la supervivencia como alimentos, medicinas o necesidades de la casa.
Los aportes de la mujer shuar no están difundidos en los medios convencionales, sino en la cotidianidad. Tenemos mujeres shuar en espacios públicos como Diana Atamaint, presidenta del CNE, mujeres poetas como Raquel Antun y Mónica Chuji, gestoras culturales, sanadoras, sabias, parteras, que han logrado posicionarse con base en sacrificios y autogestión.
No es posible que siga siendo un invento polÃtico y de pugnas de poderes los derechos de la mujer. ¿Qué ha construido el Estado? ¿Qué tipo de mundo se quiere construir? ¿En qué tipo de sociedad queremos vivir? El Estado debe generar acceso a la salud, la educación y la formación permanente. Esto cimentarÃa las bases de un diálogo entre iguales, para contribuir en las respuestas que como sociedad les debemos a nuestros hijos e hijas. Lo más valioso de la mujer shuar y de todas las mujeres indÃgenas es su participación en los espacios públicos y polÃticos, asà como el cuidado y protección del territorio y, por consiguiente, de la vida.