“Que vamos a la deriva y al precipicio” es un sentimiento cada vez más generalizado en la población. Las críticas merecidas y abundantes al gobierno ahondan la angustia, pero no solucionan nada, tampoco las desbordantes y justificadas demandas a un estado cada vez más ahogado.
El gobierno central y todas las funciones del Estado, así como los GAD, se encuentran eclipsados, rebasados. Sin liderazgo. En simultáneo la clase política no tiene la voluntad ni la talla para enfrentar el vendaval. La sociedad civil, dispersa, tiene pistas, busca alguna puerta para canalizar la crisis.
Ante la infinidad de problemas, tenemos que encontrar una para solucionarla, para que se convierta en causa que aglutine voluntades y permita dar sentido y motivación al país. Grupos organizados de la sociedad civil pugnan por colocar en la agenda de prioridades el gravísimo problema de desnutrición infantil que afecta de manera irreversible a un promedio nacional del 27% de niños y niñas menores de 2 años. En algunas poblaciones indígenas aumenta a más del 50%. David Acurio, con estudios de Cuenca, dice que no solo los pobres sufren esta situación.
Según, Berenice Cordero la neurociencia señala que “en los primeros años de vida el cerebro crea 700 conexiones neuronales por segundo – una velocidad que nunca volverá a alcanzar… El 87% del peso del cerebro se adquiere a los 3 años de edad… Las conexiones son las que hacen posible la visión, la audición, el desarrollo motor y el desarrollo cognitivo”. En otras palabras, la buena nutrición, los cuidados sanitarios, el entorno saludable y el cariño, en los primeros 3 años de vida de cualquier persona influyen de manera definitiva en su desarrollo cerebral, salud y calidad de vida futura.
Poner a las niñas y niños como prioridad es lo más cuerdo que puede hacer cualquier grupo humano que quiera sobrevivir y transcender. Luchar contra la Desnutrición Crónica Infantil es la causa que necesitamos como país, para ponernos en orden y salir adelante.