El 21 de mayo de 1987 fue creada la Academia Diplomática, institución encargada de la formación y capacitación permanente de los funcionarios de carrera del Servicio Exterior de la República. Poco después, el Canciller resolvió que en tal fecha se celebrara el “Día del Diplomático de Carrera”.
Sistemáticamente atacada y agraviada por el anterior gobierno, la diplomacia profesional se debilitó críticamente. El 21 de mayo pasó casi desapercibido durante la última década o fue usado para el adoctrinamiento de los centenares de beneficiarios de nombramientos políticos. Paralelamente, el gobierno eliminó la Academia Diplomática, cuyo trabajo de veinte años le había ganado un merecido prestigio continental, y entregó sus funciones al Instituto de Altos Estudios Nacionales, en donde se impartían lecciones de proselitismo y propaganda de la política externa del presidente Correa.
La designación del Embajador José Valencia como Ministro de Relaciones Exteriores dio comienzo a una serie de cambios orientados a concebir con talento patriótico y ejecutar con eficacia profesional, una verdadera política externa cuyos múltiples objetivos se pueden resumir en un mandamiento tan sencillo como fundamental: representar con dignidad al pueblo ecuatoriano y defender con realismo sus derechos e intereses.
Con estos antecedentes, hay que aplaudir que el punto central del programa para celebrar este 21 de mayo de 2019 sea el restablecimiento de la Academia Diplomática, que cuenta ya con 25 cupos para admitir a los ecuatorianos que, sin distingo de ninguna clase, aspiren a servir el Ecuador en la carrera diplomática. Los jóvenes aspirantes recibirán no solo lecciones de sabiduría profesional sino, además, el ejemplo permanente de integridad moral, seriedad y patriotismo que los llevará a ser dignos en su conducta pública y privada, a fin de representar, con autenticidad y altura, los valores y virtudes del pueblo ecuatoriano, convencidos de que están llamados a servir a la nación entera y no a partidos o ideologías pasajeras, y a tener la firmeza y espíritu crítico necesarios para negarse a actuar como peones útiles de autoritarismos anti democráticos.
Restablecer las tradiciones, en todo lo que ellas tienen de positivo, y aplicarlas armoniosamente a las realidades del mundo moderno, cuya evolución es tan rápida como compleja, exige del joven diplomático una formación rigurosa y una inquebrantable mística.
El pueblo ecuatoriano conoce y vive ahora las ventajas de la paz externa, alcanzada por la acción de su diplomacia. En consecuencia, seguirá atento a las medidas que se tomen para conferir mayor claridad y coherencia a la política externa y mayor eficiencia y eficacia al instrumento nato establecido por la ley para ejecutarla: la diplomacia profesional.