En la sesión de la Asamblea Nacional del 31 de julio, convocada para la elección de sus dignatarios, se reprodujeron con creces los defectos de la partidocracia de antaño, que tanto han anatematizado y prometido cambiar los adalides de la revolución ciudadana.
La oposición acusa que la reelección del Presidente del organismo es fruto de malas artes. Señala, por ejemplo, que en la primera votación el candidato del oficialismo no obtuvo el número necesario de sufragios para su ratificación en el cargo, por lo que se planteó la rectificación y, como tampoco logró la anhelada mayoría, la Vicepresidenta de la Asamblea, que conducía la sesión, declaró nulo ese resultado, por orden del susodicho candidato, y sometió a una nueva rectificación, pese a que la ley dispone que solo puede recurrirse una vez a ese procedimiento.
Así fue reelegido el Presidente de la Asamblea, con tres votos en blanco, y se posesionó precipitadamente, en medio de tremenda algarabía y, minutos después no permitió la aplicación de la misma fórmula, cuando se elegía primer vicepresidente y un asambleísta de la oposición se quejó que se había suplantado su voto.
Estas y otras anomalías dieron lugar a denuncias mutuas de prácticas corruptas, tales como chantajes, cambio de camisetas, compra de votos, traiciones, componendas, alteración de resultados, violaciones de la ley, etc., y algunos legisladores calificaron de ilegítima la controvertida reelección del Presidente de la Asamblea, a quien, por tanto, le niegan la autoridad moral que requiere en el desempeño de esa alta dignidad.
Inclusive, ex miembros prominentes de AP, hoy disidentes, que conocen sus interioridades, han manifestado que la Asamblea actúa como intendencia del Gobierno, que “hay revolucionarios que hacen pingües negocios con fondos del Estado” y han formulado nuevas acusaciones de irregularidades en contratos, que deben ser esclarecidas. Desde luego, también debe preguntarse a ellos ¿por qué no denunciaron y exigieron sanción cuando estuvieron dentro de esa tienda política?
En principio se aplazó para el jueves 4 de agosto la elección pendiente de los dos vicepresidentes, probablemente hasta hacer los amarres que permitan la mayoría a uno de los dos bandos en disputa y, al mismo tiempo, se daban pasos para la reconsideración de la elección del Presidente y de los miembros del CAL, con lo cual volvería a fojas una este proceso.
Es evidente que se ha debilitado paulatinamente la hegemonía del oficialismo en el seno de la Asamblea y sería saludable para la democracia y, por tanto, para el país, que diversas bancadas compartan, con sensatez y patriotismo, la responsabilidad del manejo de la Asamblea y de sus comisiones, que actualmente se concentra en manos de AP.