Día 1: Varias personas sufren un asalto a mano armada dentro de su casa. A poco de finalizado el atraco, llegan policías de distintas áreas, toman declaraciones, datos, huellas…
Día 2: Los perjudicados van a la UPC para informar que ubicaron, vía un sistema de rastreo, uno de los teléfonos robados. Para verificar que el teléfono siga ahí, piden usar la computadora de la UPC, pero ésta tiene bloqueado el acceso a iCloud. Sí, con la altísima siniestralidad que sufren estos teléfonos, la Policía se autoimpide ubicarlos y, con ellos, ubicar a los ladrones. Con una llamada a un coronel conocido, se activan otros policías y –más con buena voluntad que con leyes que les permitan actuar– se lanzan al lugar donde el teléfono aún está (según se ve desde un celular prestado). Llegan todos al sitio; el teléfono robado (y probablemente lo demás) está a metros de víctimas y policías. Y no se puede hacer nada, porque no hay denuncia en la PJ. Vuelan a ponerla, y en la PJ les piden las cédulas… que los ladrones también se llevaron. Igual terminan poniendo la denuncia. A la pregunta de si al día siguiente podrán ir a la Fiscalía para iniciar la investigación, les responden que no, que eso llegará en unos tres días.
Día 3: Los perjudicados van, de todas maneras, a la Fiscalía. Una fiscal informa que no ha llegado la denuncia y pide que vuelvan al día siguiente. Las víctimas trabajan y se les dificulta ir cada día a la Fiscalía a ver si ya llegó (¿a pie y caminando de espaldas?) la denuncia.
(Dejan pasar los días 4 y 5, para darle tiempo de llegar).
Día 6: La denuncia ya está en la Fiscalía. Un par de firmas y sellos en un par de papeles que deben ser llevados nuevamente a la PJ para que ahora les adjudiquen un agente. Paciencia. Llegan a la PJ y les dicen: “Mañana en la mañana les han de asignar el agente”. “¿Se puede llamar por teléfono para saber quién es?”. “No, y los agentes atienden más rápido los casos de la gente que viene personalmente”. Entendido.
Día 7: Una señora les apunta en un papel el nombre del agente. Van donde él y le cuentan la historia; el policía cree -con razón- que sería mejor que asignasen a alguien de la zona donde sucedió el asalto. Vuelven donde la señora del cubículo a proponer el cambio, ella dice: “Cierto, ¿no?”. Escribe un nuevo nombre y un nuevo número. El resto del día, las víctimas tratan de contactarse con el nuevo agente por teléfono y mensajes. Nunca contesta.
Día 8: Llega al correo electrónico de uno de los perjudicados una factura de una compra hecha con su número de cédula. La compra no es suya, seguramente son los ladrones. Llaman al agente asignado, que finalmente contesta para decirles que está franco, que volverá tres días después al trabajo y que recién el día 12 podrá empezar la investigación.
Así, mis estimados, se tramitan los crímenes en la ‘Tierra de Serpientes’ de la vida real.