Socialistas, ambientalistas e “izquierdosos” de toda laya, han afirmado durante décadas que el capitalismo y la globalización son incompatibles con la conservación de la biodiversidad. Algunos reportes recientes desvirtúan dicha noción.
La revista The Economist publicó hace poco estadísticas que muestran que aquellas regiones del mundo en donde el capitalismo y la globalización han echado raíz, son las que de mejor manera han logrado preservar o ampliar sus bosques y, por tanto, su biodiversidad. Un ejemplo claro es el de la península coreana, en donde dos países con realidades políticas y económicas radicalmente distintas, comparten una misma zona geográfica. Durante los últimos 20 años, los bosques de Corea del Norte han venido desapareciendo a un ritmo de 2% anual, mientras que los de Corea del Sur se han mantenido estables.
Al mismo tiempo, el Living Planet Index -construido por la Sociedad Zoológica de Londres (ZSL) y la organización medioambiental WWF-, muestra que desde 1970 la biodiversidad se redujo en un 60% en las áreas tropicales del planeta, mientras que en las áreas templadas, que son las que tradicionalmente han alojado a los ricos centros capitalistas globales, se incrementó en 31% durante el mismo período. ZSL también reporta que “decenas de especies propias del continente europeo han proliferado en los últimos 50 años” y que “las poblaciones de algunas de ellas incluso se han doblado”.
¿Cómo es que los grandes centros del capitalismo y la globalización están recuperando su biodiversidad, mientras que la periferia emergente la está perdiendo a pasos agigantados? ¿Será que algún día los países capitalistas terminan siendo, no sólo más ricos, sino también más biodiversos que el resto? Estas realidades parecen no compadecerse con las tradicionales críticas al capitalismo y su acción depredadora de la naturaleza y la biodiversidad.
De ninguna manera, esto significa que el capitalismo y la expansión económica no destruyan la naturaleza. En efecto lo hacen. Pero el crecimiento permite generar los recursos económicos y las condiciones sociales necesarios para preservarla, tarea imposible en una situación de atraso y pobreza. Y la historia de las últimas décadas ha demostrado que, para lograr que una economía crezca de manera rápida y sostenida, es fundamental liberalizar sus fuerzas productivas e incorporarlas al proceso globalizador.
El Presidente ecuatoriano califica de “infantil” a la izquierda que se opone radicalmente a la explotación de recursos naturales en zonas de impacto ambiental. Pero es igual de “infantil” creer que la mera explotación de esos recursos -sin un proceso de liberalización económica e integración global- traerá consigo un desarrollo económico sostenible, que permita luego revertir la degradación ambiental causada.