En una película transmitida hace pocos días por cable, una niña le pide a un escritor que le enseñe a escribir un cuento. Debes usar la imaginación le responde el escritor y cuando le averigua qué es la imaginación, le dice: es el recurso más poderoso disponible para el hombre. Según el diccionario, la imaginación es “la capacidad de formar en la mente imágenes o representaciones de cosas o personas reales o irreales”.
El hombre es capaz de proyectos porque puede imaginar el futuro que todavía no existe y la revolución es el rechazo al presente en nombre de un futuro posible mejor. Los revolucionarios de Mayo del 68 escribieron en los muros de París “la imaginación al poder”, de este modo proclamaron el aspecto creativo de la revolución. Los revolucionarios que se comportan como cuadrilla de demolición y destruyen todo sin saber con qué lo van a reemplazar, carecen de un elemento esencial del proceso, la capacidad de imaginar algo mejor en nombre de lo cual reniegan del presente. La fiebre destructiva que va improvisando con qué sustituir lo que se elimina o el mecanismo de considerar que algo es nuevo solo porque se le ha cambiado de nombre, no es revolución.
Ahora que estamos en campaña electoral, es tiempo de valorar la capacidad de imaginar y la posibilidad de hacer imaginar. Los candidatos para alcaldes de nuestras ciudades deberían mostrar a los ciudadanos la ciudad que han imaginado, deberían hacernos soñar en las ciudades del futuro. Lo mismo se puede decir de quienes aspiran a gobernar o formar parte de los gobiernos locales.
El liderazgo político es la capacidad de motivar y conducir a los ciudadanos hacia objetivos comunes y deseables. Nuestro país se moviliza más por lo tangible y concreto, por eso se ha puesto de moda el sistema del muestreo. Unas cuantas escuelas del milenio sirven para decir que la educación ha cambiado; unos cuantos edificios modernos para decir que se ha modernizado la justicia; una industria que utiliza energía alternativa para decir que se está cambiando la matriz energética. A nivel de las ciudades ocurre lo mismo. El soterramiento de cables se hace en pocas cuadras al sur, otras pocas al norte y otras tantas en el centro norte; dos excavaciones, una al sur y otra al norte, sirven para decir que el metro está en construcción.
Un sueño es valioso cuando se imagina soluciones nuevas y eficaces y se concreta en un proyecto, basado en estudios, que detalla las características de la obra, establece las etapas de construcción, los plazos y los costos.
Un proyecto hecho con seriedad no admite iniciar la obra antes de realizar los estudios ni inaugurar obras que no están concluidas porque los costos se multiplican. Para advertir los efectos de la improvisación y las urgencias electorales, se necesita también imaginación.