Iglesia en crisis
La grey católica medida por el número de bautizados cayó de 17,9 a 17,4 por ciento de la población mundial en las últimas tres décadas. En América Latina, donde radica casi la mitad de los fieles, la diáspora es marcada y la mayoría de los aún creyentes cumple a discreción los dictados de su jerarquía. ¿Será que la gente está dejando a Dios en segundo plano?
El ritmo en el que los fieles abandonan la Iglesia Católica --lento pero constante a nivel mundial y acelerado en América Latina-- perfila un escenario difícil para esta institución en las próximas décadas. Perderá piso e influencia. El Vaticano lo sabe, pero le cuesta reaccionar: lleva pesadas cadenas burocráticas, centraliza decisiones, guarda secretos y actúa --no pocas veces-- con autoritarismo hacia su grey.
Los fieles se están yendo de la Iglesia porque son engatusados por una cultura inhumana, hedonista y consumista, se escucha desde los púlpitos de forma reiterada. En parte es cierto, pero se van sobre todo porque la Iglesia se ha alejado de ellos.
Porque se aferra a rechazar el uso del condón y los anticonceptivos y porque demoniza la homosexualidad y se niega a considerar la ordenación de mujeres sacerdotes. Porque al sexo por placer lo califica de indigno y al aborto terapéutico un delito.
Se van porque descubrieron que la Iglesia ocultó por décadas los abusos sexuales cometidos por sus sacerdotes. Porque aun conociendo la verdad solapó a los culpables y desacreditó a las víctimas.
Muchos fieles se alejaron porque desde el papado de Juan Pablo II se propuso sacar de escena a los prelados comprometidos con las comunidades de base. Se fueron de la Iglesia porque el purpurado prefirió impulsar prelaturas como el Opus Dei y Legionarios de Cristo en detrimento de otras.
En Brasil, el país con más católicos en el orbe, medio millón de personas dejan el catolicismo cada año y gran parte pasa a las filas evangélicas. En México, el segundo en número de fieles, los católicos bajaron de 96,3 a 88 por ciento de la población de 1970 al presente. En Guatemala, un tercio de la población dejó el catolicismo, mientras en Costa Rica 52 por ciento ya no cree en la Iglesia, según encuestas.
Con grupos más pequeños y cercanos a la comunidad y sus preocupaciones, los evangélicos se llevan a los fieles. También las sectas de corte fanático. Dios les hace falta y allí lo encuentran.
En noviembre parecía que el Papa Benedicto abría una ventana de oportunidades al justificar el uso del condón para evitar el contagio del VIH. Sin embargo, luego se desdijo.
Pero la Iglesia sigue viva y quedan jerarcas y fieles dispuestos a dar batalla por una institución progresista, descentralizada y dispuesta al riesgo. Que los malos tiempos cambien depende en gran parte de ellos.