Desde luego que voy a referirme a los hospitales del Estado. Dada la situación en la que se hallaban fueron objeto de la atención del actual Gobierno y con la primera emergencia en salud cubiertas sus necesidades en equipos, infraestructura y personal. Como para agradecer. Según parece, aquellos recursos importantes cayeron en saco roto. Hace pocas semanas el presidente Correa visita el Hospital Guayaquil, el de las clases populares, y lo que ve le lleva a calificar de desastre, del que no escapan otros hospitales de todo el territorio nacional. Se decreta una segunda emergencia y USD 400 millones más son destinados a superar el eterno problema.
A nadie se le ocurre pensar que hay problemas de fondo. A lo que se llega es a explicar la nueva crisis hospitalaria como resultado de la gran demanda de atención que es evidente. Ante razonamiento tan escueto, el Gobierno decide la construcción de nuevos hospitales. Queda en el aire la opinión de quienes creen que tal desastre se debe a la gratuidad.
A decir verdad, pocos son los que tratan de explicarse como la suma de problemas que se van acumulando, de tiempo en tiempo estallan, con lo que se demuestra que lo que se hace no son más que paliativos, costosísimos desde luego. Se señala, por ejemplo, que el sistema de referencias entre los niveles de atención, con excepciones meritorias, ha fracasado en toda la línea. En cuanto a personal, a diferencia de lo que sucede en los países desarrollados, en el nuestro el número de médicos es muy superior al de enfermeras, siendo así que el peso y la responsabilidad del sistema de relojería que es un hospital, la llevan ellas, las enfermeras bien preparadas. Sin un sistema de referencias y sin médicos especialistas de muy buen nivel -muy bien pagados, desde luego-, las tecnologías avanzadas resultan en extremo onerosas, tan es así que en los países opulentos funcionan auditorías feroces que le exigen al médico que solicitó una tomografía o una resonancia magnética que explique el porqué y para qué. Igual sucede con quien prescribe un antibiótico costoso en una fiebre que bien pudo ser tratada con aspirina. Tales extremos fueron tratados en un congreso al que asistí.
¡En fin! Problemas de miedo que ameritan tomarle al toro por los cuernos. Comenzando por lo actual: si la congestión en los hospitales de segundo y tercer niveles se debe a la gratuidad de la atención, exámenes y medicinas, la pregunta en tiempo de consultas sería: “Ante el desastre de los hospitales, ¿Es de la opinión que la atención médica deba ser gratuita o el pago de acuerdo a la capacidad económica? El pago diferencial ya fue una práctica corriente. En la Asamblea de Montecristi se impuso la demagogia y la irresponsabilidad. Por las consecuencias, la gratuidad no puede ser socialmente hablando más injusta y perversa.