Acabo de leer un libro ameno y provechoso salido de la pluma de Fabián Corral y que se titula “La historia desde las anécdotas. Jinetes y caballos, aperos y caminos”.
El tema alrededor del cual giran las evocaciones del autor es el caballo y la cultura relacionada con él, un animal tan unido a la vida del hombre y con quien ha trajinado buena parte de la historia. Desde esta particular perspectiva, las páginas del libro registran aquellos momentos descollantes que marcaron el destino de este continente: la conquista, la independencia, la vida de los pueblos al inicio de la República.
De todo ello el autor trae a nuestra vista algo que aparentemente estaba escondido: en estas gestas poco o nada se hubiera logrado sin el aporte del caballo.
Y aunque los hechos narrados son históricos, la perspectiva del autor no es la del historiador sino la del ameno contador de anécdotas, algo muy explicable en él, hombre de largas jineteadas por perdidos andurriales de nuestra Serranía, pues es al borde de un camino de herradura, a la puerta de una humilde pulpería que se oyen y se cuentan todavía viejas historias de un país olvidado.
Lo que este libro nos ofrece es la otra cara de una historia que todos conocemos: el lado efímero de la gesta épica, el hecho despojado de grandezas, sin la hipérbole que confiere la posteridad, sin la retórica del historiador de oficio; esto es, desde la anécdota narrada por testigos casuales, allí donde lo heroico fue sufrimiento, fue desmesura, ese gesto que muestra la precariedad de lo humano.
“La conquista –dice Corral- parece una galopada épica y tormentosa, un entrevero de culturas”. De esa polvareda, de ese torbellino y entrevero surgieron nuestras naciones. A Bolívar se lo evoca, no en el mítico caballo blanco de raza árabe, sino sobre el lomo de una humilde mula viajera. Y así debió ser, pues solo nuestra mula criolla, animal portentoso, “animal resignado, a veces terco y bravo”, fue capaz de conducir al Libertador y a su ejército por los escabrosos caminos de la América andina.
Con deleitable prosa, Fabián Corral nos habla del caballo de paso, aquel que, por donde va, exhibe su noble estampa y elegancia, pues se lo ve “sobrado de raza”, como sobrado de habilidad y aplomo es el chalán que lo monta con alardes de señor.
Corral nos transporta a los recovecos de la vida campesina, nos habla del rodeo paramero, del chagra, del poncho y de la costumbre de “emponcharse”.
Recuerdo que del chagra, gran personaje de la ruralidad serrana, dijo alguna vez Juan Montalvo que es “hombre de zamarra, si a caballo; de pantalón, si a pie. Chagra sin poncho no hay; la funda de sombrero, cosa suya”.
No hay, creo yo, escritor ecuatoriano que haya escrito páginas tan evocadoras sobre el caballo y todo lo que a él concierne como estas que Fabián Corral nos ofrece en este libro.