Era madrugada cuando atravesó la frontera. Liviano de equipaje y en el corazón pesándole el rencor huía de la dictadura. Prometió volver; mas nunca regresará a la patria. Otros vientos lo llevarán a París donde morirá un día gris, entre nevadas y abandonos. Cual un obcecado terrorista llevaba en su mochila la secreta bomba que había fabricado: los borradores de “Las catilinarias”. Llegó a Ipiales. El frío y la soledad lo recibieron. Transcurría diciembre de 1879. Otros desterrados lo buscaron. No los recibió. Huraño, ensimismado y misántropo, evitó su trato. Él sabe que muchos lo huyen, otros lo temen, pocos lo toleran, alguno lo estima. Llegó pobre. La pluma nada produce; mas, el encono que sentía por el tirano lo mantuvo atento, anheloso de insulto. Escribió a Alfaro, quien prosperaba en Panamá; le solicitó ayuda para publicar su libelo. Alfaro aceptó la propuesta de Montalvo; la publicación de “Las catilinarias” le cayó de perlas para sus planes políticos. Estuvieron de acuerdo: será una bomba que demolerá la dictadura de Ignacio de Veintemilla .
“Las catilinarias” son un apasionado discurso sobe la tiranía y sus efectos en un país como el Ecuador. Para Montalvo, la tiranía es una plaga que, a través del miedo, suprime la voluntad y adormece la memoria del ciudadano. Es un mal moral que: a) desencadena pasiones desordenadas y acciones ilícitas; b) atenta contra la vida de las personas y c) atropella los bienes del Estado y de los particulares. El léxico agresivo que Montalvo convoca a las páginas de su libro para convertirlo en arma de ataque contra Veintemilla no es arbitrario; halla justificación si se lo explica desde una función semántica: obedece a la idea que el autor tiene del tirano. De ahí que los insultos, desde el punto de vista del significado, se orientan por estos tres cauces: 1/ Léxico que alude a las “pasiones locas” del tirano: su irracionalidad (“murciélago”, “caballo”, “monte de carne”), su concupiscencia y vicios (“dios falo”, “padre de los vicios”, “Ignacio de la Morcilla”), su torpeza e ignorancia (“mudo”, “Ignacio de los palotes” etc.). 2/ Léxico que alude a la proclividad criminal del tirano (“Ignacio de la Cuchilla”, “Calígula”, “Buitre blanco”, “Malhechor”, etc.) y 3/ Léxico que alude al tirano como usurpador de la propiedad privada (“Caco”, “Hijo del robo”, “Jestas”, “Uñas”, “Ignacio Pilla-Pilla, etc.) Pero “Las catilinarias” no son solo una estruendosa catapulta de injurias lanzadas contra un dictador de opereta. En sus páginas no solo hay insultos, aquellos que “llenan el alma ardorosa de Montalvo”, tal como, en malhadada frase, lo celebró Unamuno. En esa literatura retórica que él evitó descifrar, está el pensamiento vivo de Montalvo, su visión del Ecuador del siglo XIX: una sociedad entre la civilización y la barbarie, están sus conceptos sobre la libertad, el poder, las clases sociales y la revolución.