El golf y el mundo
Nadie duda que la humanidad atraviesa, sin consideración de países, regiones geográficas, poder económico, género, ideología o raza, por una dantesca y hasta el momento aparentemente insoluble crisis sanitaria y, como consecuencia de ello, económica y social. Nadie se libra, aunque no haya sido contagiado, de los efectos que en todos los campos de la conducta humana tiene este feroz covid19 que, a la fecha, ha contagiado a más de 55 millones personas y ha terminado con la vida de casi un millón y medio de seres humanos.
Las Naciones Unidas y su organización responsable, la OMS, han sido incapaces de articular una política efectiva para enfrentar esta pandemia y sus consecuencias.
De su lado, el G20, organización que reúne a los países más ricos y desarrollados del mundo incluyendo, entre otros, a Estados Unidos, China, Alemania, Japón, Rusia, Francia, Reino Unido; así como a los llamados países emergentes como Arabia Saudita, Corea del Sur, Brasil, México, Turquía hasta completar 19 poderosas naciones que representan el 66% de la población mundial y el 85% del PIB del planeta, se interesó en esta situación.
En su última reunión celebrada el pasado fin de semana, vía telemática bajo la presidencia de Arabia Saudita, ha empezado a diseñar una estrategia para “afrontar juntos y dar un mensaje de esperanza y tranquilidad adoptando medidas para mitigar la crisis”, según el rey saudí. La intención es que las medidas adoptadas lleven a una recuperación global “inclusiva y sostenible”. Ya en la cumbre extraordinaria de marzo pasado el G 20 resolvió sobre cómo hacer frente a la pandemia y accesible la vacuna a los países menos desarrollados.
El presidente Trump de Estados Unidos, que es el país más afectado por la pandemia tanto en términos de salud como económicos (más de 255 mil muertos y más de 12 millones de contagios y una economía al límite), y siendo una reunión a nivel cumbre, se dio el lujo de no participar y mostrando desdén e irresponsable desentendimiento de la tragedia por la que atraviesa su país y el mundo, envió una presentación grabada, y se dedicó, según imágenes de CNN, a jugar al golf. Resulta inconcebible que el jefe del estado más poderoso del mundo no haga saber sus esfuerzos y su empeño en participar en la lucha contra la pandemia y en recuperar la economía. Si bien se trata de un gobierno “lame duck” (pato cojo) que en 55 días deberá entregar el poder a su sucesor, resulta inconcebible que prefiera jugar al golf, a participar en una reunión de tal relevancia y de cuyas decisiones dependen millones de vidas de seres humanos.
Daría la impresión de que jugar al golf es más importante que la salud y la economía del planeta. Inimaginable en un país fuertemente institucionalizado y sin duda admirable como los Estados Unidos.