Las palabras religiosas son alegóricas, con alusión a la realidad sin que esta predomine. Pueden así atravesar el tiempo sin perder sentido. En cambio, dejan espacio para cualquier interpretación y justificación de los actos más contradictorios.
Además, Jorge Mario Bergoglio innova con una palabra de consejero moderno sobre relaciones interpersonales. Así, cada cual puede reivindicar esas ideas para sí. Ahora en Ecuador se debate quién está con la palabra papal o a quién se dirigió el Papa, y quién canaliza su popularidad.
En este mundo de predominio de imágenes, un discurso para darles sentido irá más allá de lo que la gente vivió. No sorprenderá que mañana para el Gobierno el Papa no haya hecho alusión a sus tendencias autoritarias, ni de aliento a los que se le oponen, sino que habría coincidencia con sus acciones, se inspirarían en ellas, y condenarían las de la oposición. La gran diferencia entonces con el momento papal, será que la propaganda oficial no tendrá un discurso opuesto, su voz será omnipresente, jugará con los íntimos y primarios sentimientos de la religiosidad popular.
La oposición sin capacidad de contra-discurso simplemente usará el discurso papal para justificar su rechazo al gobierno.
Qué importantes serán las imágenes de la creación de una comunidad íntima entre la nueva élite política en comunión con el pueblo y el Papa. El Presidente que lo recibe, lo acoge en su balcón, junto al Papa sonriente saluda con la multitud, unge sus espacios simbólicos como los Samanes o que se muestra amigo con él, o en misa él y el Gabinete entero con sus familias en unión con un rito que evocaría compartir valores y comportamientos que las mayorías aprecian. Ante el adusto Bergoglio del consejo sabio y la autoridad religiosa, Correa se presenta con gesto devoto, de humildad. Parece inocente la imagen, muestra el lado creyente del Presidente, que aceptaría el predominio de la autoridad religiosa y de lo que ella encarnaría en la religiosidad popular, una personalización de lo divino, un poder fuera de serie; paralelamente Correa encarna el presidente de un país. Una imagen de unión de la personalización de la autoridad religiosa con la del poder político.
Potente imagen de impacto en un pueblo que vive su religión principalmente como una cohorte de entes personalizados (ángeles, santos, etc..) que lo protegen, le dan fuerza, le ayudan…
También la sociedad vivió la personalización de lo religioso. El Papa convertido en un ser milagroso o de divino, no solo el de la palabra inspiradora. Basta recordar a dos periodistas que abandonan su responsabilidad de informar para convertirse en creyentes que se dejan al predominio de sus emociones, como aquella periodista que llora o la que pide la bendición a gritos.
Fue un escenario que recordaba cómo crece un mundo de emociones y creencias, que pone de lado el sentido crítico y la razón.
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