La Floresta es un barrio con personalidad especial. Cumplió sus 100 años de vida y posee ordenanza propia. La semana pasada se lanzó su libro conmemorativo. Una visión profunda y amena de historia, presente y porvenir en construcción. 76 manzanas, 25 mil almas, 1 colina.
La Floresta: entorno único al que confluyen su vocación residencial, sus edificaciones patrimoniales, sus expresiones culturales, sus emblemas naturales. Un barrio que conjuga la vivencia cotidiana armoniosa y la bohemia. Un sector amable para vecinos y extranjeros visitantes.
Los atributos conservados de La Floresta se explican en gran parte por la acción de sus dirigentes barriales. Comités comprometidos con su país chiquito. Y conocimiento profundo de las gentes y riquezas barriales. La transparencia, la continuidad y la tenacidad de su lucha han sido ejemplares. Gracias a ellos se ha logrado preservar el tejido social, la reciprocidad, las complementariedades, las innovaciones consensuadas, el respeto a las diferencias.
Los peligros que acechan al barrio son varios. Los voraces agentes inmobiliarios y sus leyes de mercado, los gigantes del entretenimiento, las cadenas comerciales, que pretenden alterar el uso del suelo para sus apetitos. Un Municipio frágil, sin visión, con servicios de segunda y vinculado a grandes empresarios ha solapado destrucciones parciales.
En los últimos años, un nuevo peligro -común a muchos barrios- acecha a La Floresta: la inseguridad. Asaltos, robo de vehículos y viviendas y comercios, extorsiones a ciudadanos y negocios, microtráfico, borracheras violentas. El deterioro es evidente. Sin embargo, aún queda mucho por preservar. No faltará proactividad ni propuesta.
Primeros 100 años cumplidos. Historia de resistencia digna de celebrarse. Audacia para plantear un modelo de democracia directa y participación social en el destino de su territorio. Las autoridades y empresas nunca lo entenderán. No importa, este no-sé-qué de La Floresta será resguardado y no es negociable.