El poder gubernamental marea, aísla y hace perder sensibilidad. Los síntomas han sido muy estudiados desde las ciencias políticas. El Ecuador es un ejemplo de cómo afecta. En uno de esos extravíos, este poder presionó y logró sancionar con penas absurdas a un diario, sus directivos y un columnista. En el círculo oficial todos aplaudieron y el líder lo disfrutó, pero a la luz de los hechos, fue un error mayúsculo.
En las oficinas de Gobierno están convencidos de que no se equivocan y quienes pudieran elevar una crítica callan para no alterar aún más el genio de su jefe. Mejor le impulsan a seguir con la persecución.
El poder les ha colocado un velo desde el que la realidad se distorsiona. No hay otra forma de explicar cómo defienden una sentencia a todas luces descabellada y la reacción de un funcionario que ante las críticas comparó el caso de El Universo con el de un diario londinense que cerró tras descubrirse que espiaba a personajes públicos. Una mezcla de peras con manzanas.
Perder contacto con el ambiente es un fenómeno que se presenta en muchos gobiernos. Al inicio, el desapego con la realidad es velado, luego aumenta y finalmente termina por aislar al gobernante. No sabemos si aún queda algo de racionalidad en el Gobierno ecuatoriano para despejar la vista y observar el daño que causa a las libertades y la convivencia. Detrás de ese discurso maniqueo de una lucha de buenos contra malos, hay poco margen de cambio.
Con muchos seguidores y opositores al Gobierno ecuatoriano pasa algo similar. Basta ver sus reacciones en las redes sociales, en los diarios, en las calles. Toman parte de la realidad, asumen como válidos argumentos descabellados y entonces descalifican e insultan al resto. Los hechos duros y la crítica fundada, ese ácido que disuelve las imágenes, está ausente.
Pero la realidad no se borra. La sentencia contra El Universo y avanzar hacia una ley sobre comunicación contraria a las libertades, le valió al Gobierno el repudio internacional. Esa es la primera cosecha, la segunda será a nivel de los votantes, que poco a poco irán abriendo los ojos ante la clausura de libertades.
La “dominación carismática” que ejerce el gobernante, un tipo de liderazgo definida por el famoso sociólogo Max Weber, es el pan de cada día en Ecuador. A estos líderes se les sigue por cuestiones emocionales más que racionales. Por eso, la realidad concreta se escapa de su mira, aunque en el caso de los votantes por períodos siempre finitos. Estos líderes hacen tanto o más mal que los políticos mediocres, pues engatusan a las masas, manipulan y acaban con las instituciones.
El caso de El Universo es apenas una muestra. En el conjunto se acumulan hechos y dichos que exhiben a un Gobierno cada vez más extraviado y alérgico a las libertades.