La joven que hace unos meses decidió terminar su vida ante la presencia de un tumor cerebral canceroso puso en discusión, nuevamente, la posibilidad de que los seres humanos tomen decisiones sobre su propia vida, atendiendo a circunstancias especiales que se presenten como consecuencia de accidentes o enfermedades irreversibles que les afecten, produciéndoles extremos sufrimientos físicos y psíquicos.
En estos días, la Corte Suprema de la Nación Argentina reconoció el derecho a todo paciente a decidir su muerte digna. El máximo Tribunal “garantizó que se respete la voluntad de una persona para que se suspendan las medidas que desde hace más de 20 años prolongan artificialmente su vida”, sobre el caso de un paciente que, a causa de un accidente de auto, está postrado desde 1995, aclarando que no es un caso de eutanasia.
Lo hizo a base del testimonio de sus hermanas, que dijeron que esa era su voluntad. Cuántas personas sufren lo indecible al afrontar situaciones incontrolables por la salud de familiares, que no tienen ni las condiciones económicas ni psíquicas para afrontarlas. Cuántos son los sufrimientos de las personas cercanas al enfermo impedido –y de él mismo-, que no pueden hacer nada por su curación ni por evitar su sufrimiento.
¿Qué hacer para no trasladar a sus familiares la difícil decisión? Quien tenga la convicción de que no quiere vivir en esas circunstancias, debe hacer una declaración ante Notario Público para que si se encontrara en situación en la que no puede tomar decisiones sobre su cuidado médico a consecuencia de deterioro físico o mental, por encontrarse en estado irreversible, quede constancia de que su voluntad inequívoca es que no se prolongue su vida por medios artificiales. Que se le suministren los fármacos necesarios para paliar al máximo su malestar, sufrimiento psíquico y dolor físico causado por la enfermedad o por falta de fluidos o alimentación, aun en el caso de que pudieran acortar su vida. Que, si se encuentra en un estado especialmente deteriorado, se le administren los fármacos necesarios para acabar de forma rápida e indolora con los padecimientos expresados.
Al dejar constancia de esa su voluntad sobre su propia vida, libera a sus familiares y a los médicos que le atiendan, de toda responsabilidad civil y penal que puedan derivarse por llevar a cabo los términos de su voluntad expresada en esos términos.
Busca así, con sensibilidad, evitar ese sufrimiento indebido e
innecesario a los familiares. Y evitárselos a sí mismo. Nadie quiere ver a los seres queridos sufriendo. Todo ser humano quiere que le recuerden vital e íntegro. Sin humillantes situaciones y sin que sufran por eso los demás.
Cada uno debe decidir sobre su propia vida, dejando constancia de esa voluntad, para aplicarla al surgir condiciones como las descritas.