Primero fueron 10 preguntas, la Corte Constitucional objetó dos, el Ejecutivo las repuso no modificadas sino por otros temas; finalmente añadió otra y llegaron a 13 ,al mismo tiempo que un ministro pide otra para legalizar el trabajo por horas. La conclusión es que se tata de un fraude o una tomadura de pelo al pueblo que es el que vota.
Debe añadirse al laberinto los anexos o complementos sobre los que deben pronunciarse los sufragantes que en su conjunto no son juristas. En este proceso se incorporan, como cómplices o coautores, los principales y casi únicos movimientos de una supuesta oposición como son el correísmo o el nebotismo. Ninguno alza su voz por el pozo ciego que significan los “adendum “que acompañan a cada pregunta; sin embargo, conminan al pueblo a que vote por su aprobación o rechazo, sin conocer toda la trama completa.
Como muestra del procedimiento rabulesco en el caso del Consejo de Participación Ciudadana, que lo necesitan tanto como el correísmo que lo elevó a nivel de función de estado, pero asegurando su composición política. Por supuesto, no preguntan al pueblo concretamente si quiere o no que exista tal esperpento.
Es evidente que en el juego de las enmiendas – mala copia del artículo quinto de la constitución de Estados Unidos- es que puede haberse convertido en un pretexto para eludir la reforma parcial de la constitución como vía rápida.
Para aportar al análisis es necesario acudir a a la constitución de los EE.UU., que en su artículo quinto dice algo muy distinto a la creación de Montecristi : “Siempre que las dos terceras partes de ambas Cámaras lo juzguen necesario, el Congreso propondrá enmiendas a esta Constitución… las cuales, en uno y otro caso, poseerán la misma validez que si fueran parte de esta Constitución, desde todos los puntos de vista y para cualesquiera fines…”.