La fecha nos trae sensaciones cruzadas. Si bienno existen indicios concretos del día del nacimiento de Jesús en un pobre pesebre de Belén, su sola invocación es un símbolo de paz y unión familiar.
Hoy, sin embargo, la Navidad proyecta otros significados, asociados, además, a la fiesta del fin de año, en la que se junta la celebración cristiana con los festejos paganos y consumistas.
Ya muchos ignoran al pesebre. El símbolo del árbol de Navidad y de Papá Noel, tradiciones germanas, han ganado la partida del mercadeo publicitario.
La fiesta en el Ecuador, aunque este año haya experimentado un tono menos derrochador en atención a la falta de dinero circulante y a la evidencia de una contracción económica, no deja de mostrar sus aristas contradictorias.
Regalos, opíparas comidas, brindis abundantes y largas celebraciones muchas veces nos hacen olvidar la esencia de la Nochebuena y la Navidad.
El mensaje cristiano de un Dios hecho hombre que llegó al mundo para salvar a la humanidad cobra una dimensión ecuménica cuando se encarna en la sencillez y pobreza del pesebre de Belén.
Fuera del boato de la corte y entre pastores, bueyes y jumentos, llegó el Hijo de Dios. El mensaje fue de paz y amor. Se superó esa visión religiosa de castigo ante un ser humano que se siente culpable.
Un día como hoy, la solidaridad debiera mover al mundo y al país, desterrando el encono, el odio y la polarización para sentir en nosotros y nuestras familias el verdadero sentido de la Navidad.