Mucha tinta y teclas “han corrido” en las últimas semanas sobre el tema del narcotráfico en el país y cómo solucionar este problema a propósito de la ola de atentados ejecutados por bandas criminales en Guayaquil, Durán y Esmeraldas en oposición al traslado de algunos de sus integrantes desde la Penitenciaría del Litoral a otros centros de privación de la libertad.
Aquí mismo se ha mencionado la necesidad de ir más allá de las medidas puntuales y establecer una estrategia de promoción social a largo plazo en las zonas marginadas de Ecuador.
El informe publicado por The Economist la semana pasada, que coloca a Bélgica como centro del ingreso de estupefacientes a Europa y nuestra posición como punto estratégico de salida de narcóticos desde Sudamérica muestran que el delito tiene sus tentáculos en muchas zonas. Y dada la naturaleza transnacional del negocio de la venta de droga, está claro que el esfuerzo de un solo país no es suficiente para terminar con la actividad.
Cumplidos 13 años de la salida de la fuerza antidrogas estadounidense que operaba en la base de Manta, resulta inútil el debate sobre la conveniencia de una cooperación de ese tipo. Tampoco parece muy oficioso repetir el modelo de combate a los narcos aplicado por EE.UU. desde hace 45 años, y consistente en la entrega de recursos económicos y equipos para una lucha de tipo militar contra las mafias. Está comprobado que cuando se corta una cabeza, nace otra. Por tanto, se necesitan nuevas estrategias del país considerado el mayor consumidor mundial.
Pero el tema tiene relación, también, con nuestras fronteras. Por un lado está Colombia, país que produce la mayor parte de la cocaína del planeta y que no ha podido controlar esta actividad, entre otras cosas porque no ha hecho presencia efectiva en la zona limítrofe con nosotros, donde está la mayoría de cultivos.
Y por el otro lado está Perú, nación de donde viene gran parte del armamento y explosivos que usan los narcotraficantes.
El combate de Ecuador al narco requiere, por tanto, de la colaboración a ambos lados de nuestras fronteras.