Pese a que en el discurso se quiere tapar el sol con un dedo, la inseguridad es el gran problema del Ecuador. El poder político quiere culpar a la prensa de mostrar aquello que toda la gente sabe: que la delincuencia campea.
Las Fuerzas Armadas han asumido un papel protagónico que no deja de ser polémico. El 80% de los militares ha participado en alguno de los 17 000 patrullajes que desplegaron desde diciembre pasado. Algo que suena absurdo si solamente se tratase de un asunto de percepción o de una realidad inventada por los medios, como se quiere hacer aparecer.
Los ecuatorianos conviven con la inseguridad. Las fuerzas especiales salen a las calles. Hace poco en Isla Trinitaria en Guayaquil 800 hombres armados y equipados con tanquetas de guerra y helicópteros hicieron operativos y patrullajes. El Ministro de Defensa dijo en una ceremonia de ascenso de generales del Ejército que “lo que el país comienza a vivir es una violencia social y eso nos obliga a trabajar conjuntamente con la Policía en asuntos de seguridad interna”.
El Jefe del Comando Conjunto anunció el 24 de Mayo el nuevo papel de las FF.AA. La Constitución dice que los militares están para custodiar la soberanía y preocuparse de la integridad territorial. Estas tareas asumidas han despertado un debate en la opinión pública.
Todo sucede cuando la anunciada reorganización institucional en la Policía no funciona como debiera; han pasado ya tres ministros del Interior y el plan no parece surtir efecto. Es indispensable superar el trauma del 30 de septiembre y darle a la Policía el espacio que se merece. Y, por cierto, prestar a la seguridad la importancia que, según las encuestas de opinión, la gente le asigna.