La gobernabilidad del país está en juego. La admisión del juicio político al presidente de la República, Guillermo Lasso, es un paso más en este afán, un tercer intento, de destituirlo.
Ningún país puede avanzar hacia un mínimo futuro promisorio si está continuamente poniendo en juego la democracia con la destitución presidencial de manera continuada.
Mal que nos pese, en la democracia funciona el péndulo. Unos tiempos, los gobiernos son más liberales y otros, más de izquierda. Saber respetar la voluntad popular es esencial en la política por más impopular sea un Gobierno. Y si por la popularidad se tratara, la Asamblea Nacional debe reconocer que la suya es también excesivamente baja.
Ciertamente, el triunfo electoral último da alientos a la oposición, pero ninguna victoria legitima un anhelo destituyente y menos cuando las pruebas no son tan contundentes. En democracia, el poder se consigue con los votos y hasta el momento, por lo que se vio en febrero, están labrando el camino para ganar la Presidencia. Solo es cuestión de respetar los tiempos y las formas en bien del interés nacional.
Ahora se preparan movilizaciones que poco favor hacen a un país cuya economía es muy blanda y necesita la tranquilidad necesaria para garantizar el trabajo y la productividad. En momentos así, solo se alientan rencores y no la serenidad necesaria para ejercitar la política.
La debilidad del Gobierno tampoco le permite mucho margen de movimiento y menos de error. Debe ser lúcido en estos días tan complejos. Es deber de todos los que están en cargos de representación popular y de las organizaciones sociales piensen que hay un país entero que necesita salir adelante.