Esmeraldas es una ciudad irreconocible. A partir de las 19:00, el centro luce desolado. Los únicos movimientos que se observan son las camionetas de los militares. La gente tiene miedo de salir. Pero el escenario cambia si uno entra a barrios como Santa Marta y La Guacharaca. Allà los vecinos beben y escuchan música a todo volumen. Los niños y mujeres caminan hasta altas horas de la noche.
Esos sectores se han convertido en los fortines de las bandas criminales más sangrientas de la ciudad. Y es allà donde se concentran los operativos de la Fuerza de Tarea Conjunta, que supuestamente deberÃa estar integrada por policÃas y militares. Pero solo estos últimos son quienes recorren las calles.
La dinámica social ha cambiado. En las mañanas no es distinto. Los restaurantes, que ofrecen comida extranjera, tienen hasta tres guardias de seguridad. Los cementerios amanecen custodiados por posibles profanaciones de tumbas. En las radios locales, los periodistas alertan de que si algo les sucede es por informar los crÃmenes. Los sacerdotes, en sus misas dominicales, piden a Dios por la paz de la ciudad. Y en los hospitales, los médicos cada noche se preparan para atender a las personas que llegan con disparos. Las playas turÃsticas como Atacames y Tonsupa registran un descenso de viajeros. La situación se ha agravado al conocer que las bandas han colgado cuerpos en puentes peatonales y han detonado carros con bombas. Las escuelas también son resguardadas por los militares y en los parques cada vez hay menos niños. Asà lo constató EL COMERCIO en un recorrido.
Ante todo esto, el Presidente visitó la zona, pero suspendió su pronunciamiento. Lo mismo han hecho la AlcaldÃa y la Gobernación. Nadie ha detallado un plan para recuperar la tranquilidad. Esmeraldas pide a gritos que pare la violencia. No basta con un estado de excepción, que prácticamente ya rige desde hace seis meses, tiempo en que opera la Fuerza de Tarea. El Gobierno debe entrar a los barrios con salud, educación, empleo y seguridad. Esmeraldas necesita más acciones que reacciones, pues está al lÃmite de sucumbir ante las mafias.