El impacto de los incendios forestales que devastaron Quito en septiembre de 2024 sigue siendo una herida abierta en nuestra ciudad. La vegetación consumida por las llamas dejó cicatrices visibles en el paisaje y en el ánimo de los quiteños. Sin embargo, en medio de esta tragedia, surge una oportunidad para transformar esta crisis en un punto de partida hacia la regeneración. La campaña de arborización liderada por la municipalidad capitalina. Un paso concreto hacia la resiliencia ambiental.
En total, se reportaron más de 27 incendios que consumieron más de 2 000 hectáreas de vegetación del área del Distrito Metropolitano de Quito. Esto da cuenta de la magnitud del problema ambiental, social y económico en el que estuvo inmersa la capital.
La reforestación requiere de un compromiso sostenido. Sembrar un árbol es solo el primer paso; garantizar su cuidado y crecimiento es la verdadera tarea a largo plazo.
La reforestación con especies nativas, como el aliso, el arrayán o el cholán, no solo devuelve verde a nuestras montañas; también mejora la calidad del aire, regula las temperaturas y contribuye a mitigar los efectos del cambio climático. Estas plantas, adaptadas al ecosistema andino, tienen la capacidad de regenerar suelos empobrecidos por el fuego y atraer fauna nativa, promoviendo un equilibrio ambiental que la ciudad necesita desesperadamente. Pero más allá de los beneficios ecológicos, esta iniciativa tiene un fuerte componente comunitario.
En momentos de crisis, los quiteños siempre han demostrado una notable capacidad de unión. Participar en esta jornada de arborización no solo permitirá que las personas contribuyan directamente al renacimiento de nuestra ciudad, sino que fortalecerá el tejido social que a veces parece deshilacharse en el día a día. Familias, amigos y vecinos trabajarán juntos para plantar vida donde antes hubo destrucción. Esta minga es un acto de solidaridad intergeneracional, pues los árboles que sembremos hoy serán el legado para quienes hereden esta ciudad en el futuro.
No obstante, debemos ser conscientes de que la arborización no es una solución mágica ni instantánea. Los incendios forestales de este año fueron, en gran medida, provocados intencionalmente, lo que subraya la urgencia de abordar el problema desde su raíz: la educación ambiental, la vigilancia ciudadana y el endurecimiento de sanciones para quienes atenten contra nuestro entorno. Además, la reforestación requiere de un compromiso sostenido. Sembrar un árbol es solo el primer paso; garantizar su cuidado y crecimiento es la verdadera tarea a largo plazo.
Arborizar Quito no es simplemente cubrir con verde las cicatrices del fuego; es un acto de esperanza y responsabilidad colectiva. Es la oportunidad de transformar una tragedia en un renacimiento, de demostrar que somos una ciudad capaz de levantarse, más fuerte y más consciente. Con pala en mano y corazón abierto, los quiteños no solo plantaremos árboles; plantaremos futuro.
Ahora que el sur del país vive una tragedia incluso más amplia, con incendios forestales de grandes dimensiones, que luego de días de lucha se van sofocando, queda un compromiso con el país de tomar la iniciativa de sembrar árboles donde la mano del ser humano, la misma que la incendió, la ayude a reverdecer.