El esfuerzo gigantesco que hizo la anterior administración municipal por impedir la presencia de vendedores informales en el Centro Histórico de Quito, dolorosamente, se está diluyendo.
Las ventas ambulantes y los mercados callejeros fueron un problemas de años que con vigor y gran esfuerzo de concertación se logró superar. Se acordaron y acondicionaron lugares especiales para que los comerciantes informales -que tienen derecho a ganarse el pan- lo hagan de modo organizado y en condiciones de trabajo dignas, de las que salen ganando ellos y el público en general. En las instalaciones adecuadas, con servicios higiénicos funcionales y con la asistencia de guarderías infantiles, los vendedores encontraban un espacio propicio para desempeñar su actividad. Es verdad que muchos se quejaron de una baja considerable en las ventas pero la contribución al orden y organización de la ciudad y el evidente desamparo en materia de seguridad y limpieza que lamentablemente lastimó al Centro capitalino bien valen la pena el esfuerzo.
Quito es Patrimonio Cultural de la Humanidad y es obligación de todos cuidarla y preservarla. Es tarea de los vecinos, es compromiso de los vendedores pero es, sobre todo, responsabilidad de la autoridad mantener la casa en orden para bien de todos.
Los más de 5 000 vendedores ambulantes que pululan por la ciudad ofrecen juguetes, comidas, discos y todo tipo de mercancía y lo hacen sin control y hasta caotizan el tráfico de vehículos y la circulación de los peatones.
Para el caso del Centro Histórico hacemos un llamado a las autoridades del Cabildo para no bajar la guardia e impedir que las calles de nuestro Centro colonial sean tomadas otra vez por ventas ambulantes.