¿Qué Ecuador espera al Papa?
La anunciada visita del papa Francisco al Ecuador tiene, como en todo acontecimiento, múltiples lecturas y no menos intensas expectativas.
Desde 1985, cuando un Papa pisó ( y besó) por primera vez suelo ecuatoriano, no se ha producido una visita pastoral de tal jerarquía.
Eran los tiempos de la Guerra Fría y en el Ecuador gobernaba León Febres Cordero.
El rol que jugó Juan Pablo II (hoy santo, elevado a los altares) en materia de los cambios en los sistemas políticos del mundo fueron significativos. La Perestroika y la Glasnost de Mijaíl Gorbachov devinieron en la caída del Muro de Berlín. Karol Wojtila jugó un papel fundamental para cuestionar al poder vigente, no solo en su natal Polonia, donde el general Jaruzelski tuvo que aguantar las inmensas manifestaciones de fe que movía el romano Pontífice, sino en todos los países de la órbita socialista.
A Juan Pablo II, el ‘Papa Viajero’, siguió el teólogo Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, de quien siempre se dijo sería un papa de transición y, luego, la -para muchos- sorpresiva designación del jesuita Jorge Mario Bergoglio, que escogió el decidor nombre de Francisco, en homenaje a un santo que es ejemplo de humanidad y humildad.
El prelado argentino ya fue considerado posible sucesor de Juan Pablo II, pero esa vez aparecía con pocas opciones.
El talante que ha caracterizado al Papa, en dos años de Pontificado, está lleno de gestos de serenidad y humildad. Hay aún quienes le critican por romper protocolos y formas que mantenían distancias antes entre una alta jerarquía y los fieles.
Es verdad que algunas palabras del papa Francisco también han sido desatinadas. En ese sentido se ha mostrado como un Papa más cercano a los errores humanos.
La visita del Sumo Pontífice que, siempre se ha dicho, es de carácter pastoral, tiene sin duda lecturas diversas. Hace poco una encuesta, que valdrá conocer, habla de la fe religiosa en el Ecuador. El país ha asistido a la expresión de nuevos cultos de origen cristiano que le han arrebatado miles de fieles a la Iglesia Católica, que, por cierto, sigue siendo la de la mayoría de personas.
El tema es que el Papa sepa sintonizar con los sentimientos, no solamente de fieles, sino de multitudes que dejan oír voces en el Ecuador, en temas polémicos como el matrimonio homosexual, la familia tradicional, el control de la natalidad y otros, que han confrontado a las visiones conservadoras con las corrientes ciudadanas diversas.
Además, se espera que la visita del Prelado sepa inspirar ideas como la humildad, la comprensión, la tolerancia, tan ausentes del convivir cotidiano y de un debate político que, desde el poder imperante, divide y castiga con insultos a quien piensa diferente en una tensa situación donde las libertades y los derechos humanos son vistos por debajo del hombro del poder, están en cuestión y sufren un marcado deterioro.
Sería deseable que de toda esa realidad venga bien informado el Papa y que su mensaje cale en quienes acuden a misa pero no consienten disensos ni críticas.