La conformación de los binomios aspirantes a la Presidencia de la República y de los futuros asambleístas acapara la atención de la ciudadanía y la compromete a asumir posiciones. Las opciones parecerían estar claras: la contienda la conformarían la derecha, la agrupación de fuerzas en torno a un progresismo político y el regreso al populismo. En todo caso, está en juego la continuidad del actual manejo de la economía o su viraje hacia políticas inclinadas a enfrentar las desigualdades sociales. La disyuntiva es, en principio, ideológica, aunque algunos sectores niegan la existencia de ideologías debido al agotamiento de las categorías “derecha” e “izquierda” y su antinomia política, que habrían sido sustituidas por la economía, concretamente por la economía de mercado (Fukuyama, 1992).
La ideología del libre mercado ha sido el sustento de las políticas económicas del país desde el reinicio de la democracia, y es dominante en el mundo intelectual y político. Las consecuencias de su aplicación se resumen en la actual situación de la economía: la brecha entre riqueza y pobreza se ha agrandado por la carencia de objetivos para disminuir las desigualdades económicas y sociales. En este proceso, se ha producido una crisis de ideologías, pues los intereses individuales y de grupos con poder económico se superponen, lo que explica la pérdida de legitimidad de la política, convertida frecuentemente en una actividad mercantil.
Ante la perspectiva de elegir un nuevo gobierno, se debe tomar conciencia de la necesidad de cambios necesarios para reorientar la conducción económica hacia resultados de justicia social. Es menester también luchar contra la tendencia a socavar los valores y convicciones legítimas de la sociedad ecuatoriana, con el mal llamado pragmatismo, la especulación financiera, la acumulación del dinero fácil y el derroche suntuario, que ha desembocado en la corrupción enquistada en las estructuras sociales del país.
Una estrategia de recuperación de la economía debe sustentarse en la ideología del crecimiento que genere empleo y satisfaga las necesidades de los más pobres. El reto radica, entonces, en reforzar, dar forma y asumir compromisos para revitalizar la ideología cuyas ideas pilares radiquen en la equidad social y la auténtica democracia. En rigor, el próximo gobierno debe ser la transición hacia cambios viables y profundos, hacia el crecimiento y la distribución justa, sin fundamentalismos de ningún signo.
La premonición de Fukuyama –el fin de las ideologías- no ha pasado de ser un intento intelectual por legitimar al sistema capitalista y sus estrategias de libre mercado. Porque las ideologías no pueden morir; las ideas representadas con coherencia en valores, esencias y convicciones reflejan la manera con la que los grupos sociales viven su existencia.