A medida que se acerca el 11 de septiembre, va intensificándose el drama del gobierno de Sebastián Piñera, en Chile. Ese día recuerda el golpe militar de Augusto Pinochet que depuso al presidente izquierdista Salvador Allende y lo condujo al suicidio para no caer en manos enemigas.
Debe reconocerse que el último año han ocurrido procesos vertiginosos dentro del único país latinoamericano perteneciente al exclusivo grupo de naciones desarrolladas del planeta. El indiscutido triunfo electoral del próspero empresario Piñera tuvo algún matiz de sorpresa y el comienzo de la nueva administración registró el punto más alto de popularidad del Mandatario.
Coincidió con el casi increíble rescate de 33 mineros atrapados en un profundo yacimiento y ejecutado con precisión y una tecnología que sorprendieron al mundo y convirtieron al gobernante en personaje de fama universal.
Pero a partir de entonces, los éxitos han sido cada vez más escasos, mientras los choques con un grupo humano se han tornado episodios más frecuentes: se trata de los estudiantes quienes ya crearon dificultades desde las postrimerías del mandato de la presidenta socialista Michelle Bachelet. Pero el trimestre reciente no han cesado de aumentar su gravedad, hasta la semana anterior cuando confluyeron con los obreros durante el paro general de dos días. El forcejeo más violento desde hace dos décadas, originaron las primeras víctimas mortales; allí se han utilizado medios modernos de movilización y destacado el liderazgo de quien acaudilla la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. La muchacha es una agraciada estudiante de Geografía; se llama Camila Vallejo, está afiliada al Partido Comunista y otorgó una entrevista a El Tiempo, de Bogotá, que fue vibrante gracias a la precisión de ideas que caracteriza a la dirigente estudiantil. Camila no titubeó un instante al preguntársela sobre la médula de la movilización: “El punto central es la recuperación del derecho a la educación pública” y que esta sea una educación de calidad. Lo que se traduce en un cambio de la Constitución, y a que además de garante de la educación, se puntualice que el Estado será responsable y proveedor, mientras que la Constitución heredada de la dictadura radicó esa responsabilidad en las familias chilenas, “y nosotros consideramos que se trata de un derecho fundamental, que el Estado debe garantizar”.
Vallejo se opone al lucro en la educación, porque le acusa de haber originado un sistema perverso, donde se han abierto “muchísimas instituciones privadas sin regulación de parte del Estado” y de entregar a la sociedad miles de ‘cesantes ilustrados”. Sostiene que no es imposible la plena gratuidad y que solo se trata de cobrar impuestos a las empresas mineras, que obtienen grandes utilidades; con las ganancias de una sola de ellas, se podría financiar a toda la educación.