Muchos han sido los sucesos de corrupción que han afectado a nuestro país a lo largo de su historia, retumban como ejemplos las expresiones de Bolívar y de Montalvo referentes al combate a esta lacra; en el caso del primero, anhelaba cortarla de tajo, con el fusilamiento de los delincuentes y el segundo repudiaba la apropiación indebida de los fondos públicos, pues señalaba, con justicia, que la substracción del dinero estatal constituía un asalto a los trabajadores, a los artesanos y al pueblo en general; pero nunca antes las garras del delito y de la delincuencia habían crecido y fortalecido tanto, como en la actualidad, al estar alimentadas por el narcotráfico y el crimen organizado y al haberse infiltrado en todos los principales estamentos judiciales, militares y gubernamentales. En épocas cercanas, la masa popular al sentirse engañada y perjudicada, por gobiernos corruptos, no dudó en expulsarlos, en jornadas memorables de multitudinarias marchas; más, en estos días, el conformismo abúlico la mantiene indiferente, sin muestras de rebeldía, absorbida por una tolerancia patológica a partidos políticos carentes de ideologías, convertidos en agencias electorales, armadoras de gobiernos seccionales y nacionales con hambre de poder, para beneficiarse con los presupuestos institucionales a los que utilizan limitadamente en obras y gestiones, a modo de cortinas que ocultan un trasfondo de gigantescos atracos. Nuestro terruño hermoso, bendecido por El Señor, con una belleza natural excepcional, en sus islas, en las extensas playas, en los colosales nevados y en la selva oriental, adornado por preciosas e inigualables ciudades y pintorescos pueblos, está estigmatizado por una conducta viciada de raterías, robos y estafas; desde el hurto de chucherías hasta asaltos a domicilios, secuestros y grandes estafas, eventualmente con el sacrificio de sus víctimas, en esta época aciaga en la que, para los delincuentes criminales, la vida de los afectados carece de valor, tanto que si resisten al delito, la arrebatan sin aspaviento.
Abundan los sucesos injustos y reprochables en todos los estamentos: ¿cómo puede concebirse que a los jóvenes médicos rurales, que realizan su sacrificada labor profesional y humanitaria en las comunidades preteridas y alejadas, les extorsionen y amenacen con matarles? ¿O que existan algunas instituciones de prestación médica, que estafen y perjudiquen a los profesionales que prestan servicios especializados y que desvíen las utilidades en acciones de enriquecimiento ilícito?
¿Cómo puede concebirse que el Presidente de la República haya escogido, para compañera de papeleta, a una persona que mantiene criterios totalmente contradictorios a los suyos y que está dispuesta a eliminar las acciones tomadas por él, para atenuar la inmensa crisis que carcome al país? Repugna la pretensión de la vicepresidenta que, en su desesperación por reemplazar temporalmente al presidente, proyecta buscar apoyo del grupo político integrado por corruptos, prófugos y mafiosos, a cambio de conceder el indulto a algunos de sus más conspicuos representantes. Felizmente en el país hay mayorías de gente buena: artesanos, obreros, trabajadores, empresarios, profesores, profesionales, militares, abogados, fiscales, jueces y hasta políticos dignos, que están cansados de tanta impudicia y que anhelan superar su prolongado letargo para oponerse, con decisión y patriotismo, al descalabro en el que la ambición, la corrupción y la irracionalidad quieren hundir a la patria.