El civismo -del latín civis, ciudadano, y civitas, civitatis, ciudad- entendido en el mundo moderno como pertenencia e identidad con el país, su cultura, sus instituciones y los intereses patrióticos subyacentes, necesita una política pública.
Según el ecuatoriano Javier Andrade, artista de profesión, radicado en Alemania, “en el país se vació el sentido de civismo”. “Para el caso de nuestras sociedades –dice- la memoria es un factor de resistencia y de reencuentro”, pero “la globalización, tal como está planteada, por ser absorbente, aglutinadora e imperativa, descalifica toda manifestación de diversidad”.
Las nuevas sensibilidades están en juego. Unas provienen de agentes externos, por la vía de las tecnologías; otras reproducen y amplifican los conflictos de la familia, la influencia de nuevos paradigmas y la violencia. La crisis ética, económica, política y social delata, a su vez, el desgaste de la democracia y sus líderes, y condicionan el desencanto de los pueblos que se ven impulsados a emigrar.
La Patria es un complejo sistema de relaciones y significados. Se halla fragmentada, regionalizada y cruzada por rituales. Para ciertas personas, la Patria es la música de Julio Jaramillo, la Virgen del Quinche o el Cristo de El Consuelo; la foto de un volcán o un billete de los antiguos sucres. En tanto, el himno, la bandera y el escudo ya no emocionan, salvo en ciertos deportes y en el mal llamado “minuto cívico”.
¿Qué es el civismo para los niños y jóvenes? ¿Es posible recobrar el verdadero sentido del civismo, es decir, el amor auténtico al país, y el ejercicio pleno de derechos y deberes ciudadanos, el respeto a las instituciones democráticas y el apego a los intereses superiores de la Patria?
Es apremiante, según Joaquín Barbero, pasar de los medios (didácticos o comunicacionales) a las mediaciones (referentes culturales, históricos, éticos y sociales) articuladas por un discurso pedagógico crítico, los valores del Ecuador profundo -la identidad y la diversidad-, y a recuperar en la práctica nuestras raíces. ¡La educación está en deuda con el civismo!