En la provincia argentina de Córdoba, basta ser joven, moreno, pobre y usar gorra para ser detenido como sospechoso. La arbitrariedad policial se ampara en la falta de “merodeo”, un instrumento de prevención del delito que viola derechos constitucionales.
José María Luque, conocido como Bichi, perdió la cuenta de las veces que fue detenido por la Policía por esas características en Córdoba, capital de la central provincia homónima. Residente en un barrio humilde, Luque, de 28 años, fue detenido la primera vez cuando tenía 13 y volvía del colegio a casa con un amigo, vestido con uniforme escolar. Estuvo una semana detenido.
Ahora Luque integra el Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos, que lucha contra el abuso policial. Asegura que tuvo suerte porque su familia pagó un abogado y no le quedaron antecedentes.
Pero esa no es la realidad de muchos jóvenes detenidos por el Código de Faltas cordobés, aplicado desde 1994 y reformado en 2007. Un estudio de la U. Nacional de Córdoba y de la española Universidad de La Rioja reveló que 95% de los detenidos por ese código no acceden a abogados.
El código sanciona conductas que supuestamente afectan la convivencia, como escándalo en la vía pública, omisión de identificación, resistencia a la autoridad, ebriedad, mendicidad o vagancia.
El estudio indica que a casi 70% de los infractores se los acusa de merodeo, una falta muy polémica que permite a la Policía detener a sospechosos de merodear, lo que el Diccionario de la Lengua Española define como “vagar por las inmediaciones de algún lugar, en general con malos fines”.
El artículo 98 del Código sanciona con multas o hasta cinco días de arresto a quienes permanezcan cerca de vehículos o instalaciones urbanas o rurales “en actitud sospechosa, sin una razón atendible…, provocando intranquilidad entre sus propietarios, moradores, transeúntes o vecinos”.
“Es una figura totalmente subjetiva y arbitraria. No te explica cuál es la actitud que debes tener para no ser detenido”, explicó Luque, quien trabaja desde adolescente y ahora ejerce de maestro pizzero. Bichi y otros jóvenes de igual situación social suelen llevar un atuendo que los identifica: gorras coloridas, pantalones deportivos y zapatos vistosos. Pero la Policía equipara este hábito con la presunción de culpabilidad.
“Muchos detenidos tienen gorra. La gorra es sospechosa”, subrayó Luque uno de los organizadores de La Marcha de la Gorra, que cada noviembre desde hace siete años demanda la derogación del Código de Faltas y que en 2013 convocó a 15 000 personas.
“Digan lo que digan, se aplica el merodeo para que cuando hay morochos (morenos) con gorra en los barrios marginales, dando vueltas, la Policía los detenga”, afirmó el abogado Claudio Orosz, representante de la organización humanitaria Centro de Estudios Legales y Sociales. Él atribuye el código a una sociedad “conservadora y timorata”, heredera de la “represión y del genocidio” de la última dictadura argentina.