A falta de dos meses para fin de año, al decir de algunas firmas encuestadoras, la mayoría de ecuatorianos no sabe que en marzo de 2019 habrá elecciones seccionales.
No sabe. O, acaso, no le importa, o quizá, una mezcla de ambas cosas.
Los ecuatorianos están preocupados por la situación económica, por la falta de trabajo ( desempleo, subempleo – empleo inadecuado le llamaron los técnicos -), por temas de seguridad y hasta de corrupción, aunque no lo parezca, ya ,en menor medida.
En líneas generales la actividad política partidista ha llegado a saturar -volvió a saturar, diríamos- a la opinión pública cansada de un debate de una sola vía donde el insulto era más potente que las ideas en combustión y que fue la catarsis de una década donde la imagen de los partidos y del Congreso se desgastaron.
Muchos ecuatorianos decían que el congreso no tenía razón de ser y aunque parezca mentira silenció y hasta fue cómplice del abuso de un Tribunal Supremo Electoral, brazo ejecutor de un Gobierno que no creía en la democracia representativa, a tal punto que su líder no formó listas ni tuvo bancada, lo que lleva a pensar que todo fue parte de un plan perverso cuya factura estamos pagando en la crisis institucional a la que asistimos.
Los lectores no podrían imaginar la caterva ( término puesto en boga) de insultos y descalificaciones que llegaban a los correos de este diario por decir que los partidos políticos eran indispensables para la democracia y argumentar por ello. Todavía no sabíamos que había unos pipones bien pagados con dinero de nuestros impuestos para insultar al prójimo y que luego fueron elevados a la categoría de ‘guerreros digitales’ ( ‘¿cuánta miseria?’).
Fue una sorpresa encontrar en un diario amarillento de hace una década a las figuras con opciones electorales. Estaban en la foto: Nebot, Moncayo, Lasso, Cynthia, Jairala, y alguien más. Toda esta lista para decir que más o menos son los mismos personajes que gravitan en la política nacional desde entonces, salvo aquellos del ciclón verde degradado a tormenta tropical y con su ojo tuerto fisgoneando desde algún ático europeo y aburrido.
Y viene a cuento aquella viñeta del genial Quino. Dos hombros pesaban por la calle y en una vitrina se miraba una tertulia televisada. Uno de los paseantes murmuraba: ‘los mismos de siempre’. Al cabo de unos minutos y en la misma vitrina y quizá en el mismo canal, un mozalbete de pelo mojado daba su discurso y el hombre que paseaba refunfuñó: ‘ ¿Y a éste quién lo conoce?’.
Tres cuartos de lo mismo nos volverá a pasar muy pronto, pero más allá del desempleo y las encuestas, el voto debe ser algo serio y meditado. Las provincias merecen prefectos competentes. Alcaldes preparados, con planes y equipos de trabajo, con fortaleza para hacer frente a la adversidad y en todos los casos, viejos zorros, en el mejor sentido, o jóvenes entusiastas, todos limpios, sensatos. No es muchos pedir.